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Usamos las palabras para comunicarnos unos con otros. Pero a veces, sin ninguna intención, las palabras que empleamos pueden incomodar y hasta herir a otros. Ese es el caso de los términos “gordo”, “rellenito”  u “obeso” que les molestan a algunos padres cuando los médicos los usan para describir a sus hijos cuando están excedidos de peso.  ¿Qué piensas tú? ¿Te parecen ofensivas? Cualquiera que sea el término que usemos, lo cierto es que la obesidad y el exceso de peso perjudican al niño y ponen en peligro su salud.  Aquí te damos algunos consejos para ponerle freno a la obesidad infantil.

Según una encuesta desarrollada por investigadores del Centro Rud para Políticas Alimenticias y Obesidad de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, los padres no se sienten cómodos cuando los médicos les dicen a sus hijos que están gordos u obesos. En vez de esos términos, que consideran peyorativos, preferirían que se les hablara de que su peso no es saludable.

En detalle, según los resultados publicados en la revista especializada Pediatrics, de los 445 padres encuestados (con hijos con diferentes niveles de peso entre sí, desde normal, con sobrepeso hasta obesos),  el 44%  afirmó que prefería que los médicos se refirieran al peso de los niños en vez de mencionar cuán gordos se han puesto. Tampoco aceptaron los términos de obeso o rellenito, ya que se considera que esas formas son prejuiciosas.

Por el contrario, los padres preferirían que los médicos simplemente hablaran con sus niños sobre un peso poco saludable o sobre su índice de masa corporal (o IMC, que es el término médico que se refiere a una relación entre la estatura y el peso).

Es normal que el médico quiera discutir el problema del sobrepeso con los padres y con el niño, pero los padres estiman que se obtienen resultados más positivos si el doctor se dirige a ellos diciendo, por ejemplo: “Tenemos que buscar la forma de que llegues a un peso saludable” en lugar de “Estás muy gordo, tienes que bajar de peso”. Ese tipo de lenguaje hace que tanto los padres como los niños se sientan culpables y que se avergüencen, y no los motiva a buscar soluciones positivas.

Los investigadores también les preguntaron a los padres como actuarían o responderían si pensaban que sus hijos habían sido estigmatizados por el médico debido a su peso.  La mitad respondió que le pediría al especialista que usara un lenguaje más sensible, y el 35%  dijo que buscaría otro doctor. El 37%  dijo que se sentiría triste o avergonzado y el 36% afirmó que pondría a su hijo bajo una dieta estricta, lo cual tampoco es recomendable para un niño ya que necesita nutrientes para poder crecer fuerte y sano. Para ello, la recomendación es hacer más ejercicio y comer menos comida chatarra y más alimentos saludables.

Sin embargo, llevar una vida más saludable puede ser difícil de practicar hasta por los mismos padres, por eso la obesidad y el sobrepeso infantil son cuestiones familiares que deben ser tratadas en conjunto. La clave está en lograr un cambio de hábitos por parte de los adultos, que le transmitan a sus hijos con el ejemplo.

¿Vale la pena hacer el esfuerzo? ¡Claro que sí! Un niño con problemas de peso puede tener problemas para jugar con sus amigos, para divertirse al aire libre y para vestirse a la moda. Además, suele ser víctima de burlas y discriminación por sus compañeros tanto en el colegio como en otros ámbitos sociales.

Además, el sobrepeso aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2, hipertensión, niveles altos de colesterol, ciertos tipos de cáncer y otras condiciones crónicas. Por ejemplo, antes era muy raro ver casos de diabetes tipo 2 en los niños, pero ahora se estima que del 8 al 45 por ciento de los casos de diabetes infantil son de este tipo.

Junto a estos problemas físicos, también se ha demostrado que los niños con problemas de peso suelen tener dificultades emocionales y autoestima baja. Al respecto, por ejemplo, un estudio reciente desarrollado por unos investigadores en Australia encontró que los niños con IMC altos (lo que indica sobrepeso) a los cuatro y cinco años de edad tenían entre 15 a 20 por ciento mayores probabilidades de tener problemas al interactuar con sus compañeros de la misma edad cuando llegaron a los ocho y nueve años, según lo que reportaron los maestros.

Estos hallazgos, que también fueron publicados en la revista Pediatrics, sugieren que la obesidad de los niños podría haber ayudado a provocarles tristeza porque, entre otras cosas, hace que sus compañeros los molesten o los aíslen socialmente.

Finalmente, varios estudios han sugerido que la obesidad infantil, especialmente en las niñas, influye en que obtengan calificaciones más bajas en los exámenes comparado con sus compañeritas más delgadas. Además, los estudiantes obesos también son más propensos a perder el año y quedarse atrás.

¿Estás comenzando a preocuparte? Pues toma la sartén por el mango y haz algo al respecto. Como madres y padres, ustedes son quienes marcan la diferencia en lo que sus hijos piensan y cómo actúan. Por eso es importante enseñarles con el ejemplo y establecer límites claros y saludables. Recuerda y reconoce tus poderes en el hogar:

  • Tú puedes puede apagar la televisión, la computadora y los vídeojuegos.
  • Tú decides bajarte del autobús una parada antes de lo habitual y caminar el resto del tramo, sobre todo cuando vas con los niños.
  • Tú eliges servir más verduras a la hora de la cena y comprar menos dulces cuando vas al mercado.
  • Tú te detienes en la línea de una caja del mercado que no ofrezca dulces ni golosinas, en especial cuando estas con tus niños.
  • Tú planificas ir caminando al colegio al menos una o dos veces por semana, salir a pasear a la mascota juntos todas las tardes luego de que el niño haga la tarea, o ir a jugar al parque los sábados por la mañana, en vez de quedarse descansando en casa.
  • Tú adoptas estrategias invisibles en la cocina, por ejemplo, reemplazando el queso mozzarela por otro reducido en grasa (haz la prueba y verás que nadie lo notará).
  • Tú decides sacar el televisor de la habitación de los niños.
  • Tú tienes el poder de ayudarlo a mejorar su calidad de vida.

Los que más influyen en la vida de sus hijos son sus padres y quienes los cuidan a diario. Por eso es importante que participes en las actividades con sus hijos y los apoyes en sus tareas y con las cosas que les interesen.

Existen varias investigaciones que demuestran que los niños involucrados en actividades familiares y en grupo se sienten más valorados y aceptados. ¿Ya estás pensando cual será la próxima actividad que harán juntos en familia?

Por último, conversa con el pediatra. Explícale cómo te sientes acerca del peso de tu hijo, y si te molesta alguna de las expresiones que usa al respecto.  La comunicación es clave entre los padres y el médico, que con seguridad, no busca ofenderte usando una palabra como “gordo” u “obeso”.  Trabajando en equipo, el pediatra y tú pueden buscar la mejor forma para que el niño llegue a un peso saludable, sin que nadie se sienta ni herido ni ofendido. Al final todos quieren lo mejor para el niño.

 

Imagen © iStock / williv

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