Un nuevo estudio analiza qué tipo de motivaciones pueden dar mejores resultados a la hora de perder peso y ha detectado que quienes reciben incentivos monetarios en grupo llevan la delantera. Sin embargo, no todo puede comprarse en la vida, y mantenerse en forma tiene muchas otras recompensas. Te invito a tomar partido y a encontrar tus propias motivaciones.
“Me hubiera resultado súper útil que me pagaran por adelgazar”, pensó Susana cuando se enteró de este estudio. La empresa en la que trabaja le ofrece distintas opciones para hacer ejercicio y alimentarse de manera más sana, y ciertamente ella ha perdido alrededor de 44 libras (20 kilos) desde que comenzó a trabajar en la compañía. Sin embargo, si bien todos esos incentivos fueron de gran ayuda, no lo hubiera logrado sin un tratamiento médico, su constancia y fortaleza para seguir con su dieta y las sesiones de gimnasia (a las que nunca falta), al menos dos o tres veces por semana.
Como la empresa en la que trabaja Susana, cada vez son más las empresas que tratan de ofrecerles a sus empleados nuevas alternativas para que se sientan más cómodos y, en este caso, también más saludables. Y cuando lo que se busca es fomentar la pérdida de peso, algunos investigadores ya comenzaron a buscar cuáles son los incentivos más eficaces para lograr este objetivo.
Por ejemplo, en la reunión anual del Colegio Americano de Cardiología que se desarrolló a principios de marzo en San Francisco, Estados Unidos, unos investigadores de la Clínica Mayo presentaron una investigación que hicieron con la participación de cien empleados voluntarios con sobrepeso (tenían un índice de masa corporal o IMC de entre 30 y 39.9), según la cual los participantes que recibieron dinero por adelgazar obtuvieron mejores resultados que sus compañeros que no recibieron beneficios económicos.
En el estudio, dividieron a los participantes en cuatro grupos para perder peso: dos con incentivos financieros y dos sin ellos. El incentivo financiero consistía en recibir 20 dólares al mes por perder 4 libras (1.8 kilos) o tener que pagar 20 dólares por no perder el peso. Además, todos los grupos contaban con un componente educativo y uno de ellos también con un plan de conducta estructurado. El resultado: el 62 por ciento de los que recibieron pagos continuaron en el programa (comparado con 26 por ciento de los que no tuvieron incentivos) y la pérdida de peso promedio de este primer grupo fue de 9 libras (poco más de 4 kilos), mientras que sus colegas sin incentivo perdieron un promedio de poco más de 2 libras (un kilo).
Paralelamente, a principios de abril, en la revista especializada Annals of Internal Medicine, se dieron a conocer los resultados de otro estudio según el cual los empleados que mejores logros obtuvieron fueron aquellos que recibieron recompensas monetarias cuando participaron en grupo.
Para llegar a estos datos, unos investigadores de los sistemas de salud Ann Arbor VA y de la Universidad de Michigan Health System, en Estados Unidos, convocaron a 105 empleados del Hospital Infantil de Filadelfia, la mayoría de ellas mujeres, todos con un índice de masa corporal de entre 30 y 40 (que se consideran obesos), y los dividieron en tres grupos diferentes.
En uno de ellos, cada integrante recibía $100 dólares por mes si alcanzaba o superaba la pérdida de peso propuesta; el otro grupo fue dividido en equipos de 5 personas que recibieron $500 dólares por mes, para ser distribuidos entre los integrantes de acuerdo a quienes lograban alcanzar o exceder sus objetivos de pérdida de peso. Por último, un tercer grupo funcionaba como control, los participantes en este grupo recibieron indicaciones y asesoramiento sobre cómo llevar una dieta para perder de peso, pero sin ningún tipo de incentivo económico.
Luego, los investigadores hicieron un seguimiento durante 36 semanas: en las primeras 24, todos tenían el desafío de adelgazar una libra por semana (alrededor de 500 gramos). Luego, los científicos tomaron nota de cómo evolucionaban los participantes cuando ya no recibían ningún tipo de incentivo.
La conclusión fue que durante las primeras 24 semanas, quienes recibían incentivos en grupo lograron perder casi 10 libras más (alrededor de 5 kilos) que el grupo de control y 7 libras más (alrededor de 3 kilos) que los que recibían una remuneración de manera individual. Al llegar a la semana 36, estos participantes también mantenían más sus logros que el grupo de control, pero en este caso, la diferencia con quienes recibieron estímulos de manera individual no fue tan grande (de 6 libras o casi 3 kilos).
Si bien, todavía es necesario continuar las investigaciones, los resultados no dejan de despertar el debate: mientras que algunos consideran que estos incentivos son bienvenidos, hay profesionales que no están de acuerdo en remunerar a las personas por tener una actitud responsable con su propio cuerpo.
Además, la buena salud no tiene precio. Y si quieres ponerle un valor monetario, piensa en cuánto ahorrarás en médicos y medicamentos para combatir las posibles enfermedades que puede provocarte la obesidad. Eso, claro, sin contar lo gratificante que es verse bien, tanto para el estado de ánimo como para la autoestima.
Por eso, deja de buscar excusas y haz que tu mayor motivación para bajar de peso sea mantener tu buena salud durante más tiempo, mejorar tu calidad de vida y de paso, verte mejor. Pues nada de eso tiene precio y, en verdad, vale mucho más de lo que el dinero puede pagar.
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