Imagínate un eficiente equipo de limpieza que trabaje día y noche, y de forma invisible… Ese equipo existe y funciona dentro de ti, específicamente, dentro de cada una de tus células. Entre los innumerables beneficios que aporta el ejercicio se encuentra precisamente la estimulación de esa necesaria y saludable capacidad de la diminuta célula para “auto limpiarse”. ¿No es fascinante?
Tu cuerpo necesita limpieza por dentro y por fuera para mantenerse saludable. En la batalla contra la “suciedad”, utiliza distintos métodos como el sudor, la orina y las heces para eliminar las toxinas y los desechos. Esos son los que puedes ver. Pero hay otras formas de limpieza interna, que solamente pueden apreciarse bajo un microscopio, pero que son tan efectivas a la hora de retirar los desperdicios como la las aspiradoras más potentes.
Los desperdicios se acumulan en el interior de las células, exactamente igual que ocurre en nuestras casas, como resultado del la vida diaria. Y hay que eliminarla de ambos sitios. ¿Qué podríamos encontrar en el “bote de basura” imaginario de una célula? Pues proteínas desgastadas, componentes de las células que ya no sirven (como las mitocondrias viejas — las mitocondrias son como las baterías de la célula, las que proporcionan energía), restos de la membrana celular (lo que cubre a la célula), y virus o bacterias entre otras cosas. Como no es saludable mantener todo eso dentro del cuerpo, las células “barren” toda es basura y hasta se las ingenian para reciclarla como fuente de energía.
¿Te resulta familiar? Mientras nosotros reciclamos papel, plástico y cartón, la célula recicla sus desechos mediante un proceso llamado autofagia, es decir, los digiere. Para eso crea membranas especializadas que envuelven la basura en el citoplasma (la parte comprendida entre la membrana y el núcleo), la transporta a una parte de la célula que se llama lisosoma en donde la desmenuza y la quema para transformarla en energía.
Si este eficiente sistema de limpieza no funciona bien, las células se obstruyen, no funcionan adecuadamente y se mueren. Es por eso que muchos científicos han comenzado a detectar sus efectos en nuestra salud: cuando el mecanismo de autofagia se torna más lento se asocia con el proceso del envejecimiento. Y peor aún, cuando no funciona adecuadamente contribuye al desarrollo enfermedades como la distrofia muscular, la diabetes, el Alzheimer y el cáncer.
¿Hay algo que pueda reactivar el proceso de autofagia? Definitivamente sí. Un estudio publicado en la revista Nature, sugiere que uno de los efectos más saludables del ejercicio físico es precisamente el de reactivar el mecanismo de eliminación de los desechos celulares. Este parece estimularse cuando el cuerpo se encuentra bajo estrés, y el ejercicio es una forma de estrés.
Como la autofagia es difícil de estudiar en los humanos, unos investigadores de la Universidad de Texas Southwestern Medical Center en Dallas, utilizaron ratones en varios experimentos, concluyendo que un aumento de la autofagia estimulada por el ejercicio tiene implicaciones muy positivas en la salud.
El estudio nos indica la importancia de mantenernos activos y brinda una razón más para comenzar un programa de ejercicios. Esta razón puede ser invisible a simple vista, pero como te hemos explicado, es vital para que nuestro cuerpo se mantenga limpio.
La próxima vez que salgas a trotar, que juegues un partido de tenis o montes tu bicicleta y te pongas a sudar, piensa que con el sudor estarás eliminando toxinas a través de la piel, y por dentro, tus células estarán tan activas como tú haciendo limpieza dentro de tu cuerpo.
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