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La vista es uno de los factores que más influyen en el rendimiento escolar de los niños. “Percibimos el 80-90% de la información del entorno a través de los ojos, por lo que una agudeza visual mal corregida o unos movimientos oculares anómalos pueden provocar un retraso importante en el aprendizaje”, explica el Dr. José Visa, oftalmólogo del Departamento de Oftalmología Pediátrica de Instituto de Microcirugía Ocular (IMO) Grupo Miranza, en Barcelona (España). Por ello, es muy importante estar atentos ante determinados síntomas visuales para poder saber si el niño ve bien o si puede necesitar, por ejemplo, gafas o lentes.

Los especialistas del IMO recomiendan realizar una revisión ocular a principio del curso escolar para descartar o detectar posibles problemas de visión y de esta forma prevenir problemas en el adecuado proceso de aprendizaje de los más pequeños.

Señales de alerta, ¿en qué debemos fijarnos?

Las pistas que pueden hacernos sospechar que un niño tiene un déficit visual dependen de su edad. “En los menores de 1 año, una de las señales más importantes es el desinterés en sostener juguetes u otro tipo de objetos. También que los pequeños eviten mirar la cara de los padres u otros adultos”, explica el Dr. Visa. En cambio, a partir de esa edad, hay otros síntomas que son motivo de preocupación. “En casa, debemos fijarnos, por ejemplo, si se acercan al televisor u otras pantallas para ver mejor, si pierden el hábito de leer o también los dolores de cabeza al final del día”.

La Dra. Ana Wert, oftalmóloga especializada en oftalmología infantil, profesora del Máster de Estrabismo y Oftalmología Pediátrica de IMO y la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Barcelona explica a Vida y Salud que otro de los signos de alerta en los que debemos fijarnos es que el niño tuerza o desvíe el ojo de su posición habitual.

“Si el niño desvía un ojo, tenga la edad que tenga, tiene que ir al médico para que lo revise porque eso podría ser estrabismo. A veces los padres tienen la sensación, no están del todo seguros o es algo intermitente, entonces es necesario que un especialista haga una revisión para descartarlo”.

Esta especialista detalla que la desviación del ojo puede ser hacia la parte interior de la cara, que se llama endotropia y aparece cuando el niño hace cosas en las que utiliza más la vista de cerca como podría ser comer, escribir o mirar un cuento. Cuando el ojo se tuerce hacia afuera se denomina exotropia y esto suele pasar en el exterior, cuando el niño ve de lejos, por ejemplo, en el parque. “Otra señal de alarma puede ser que el niño cierre un ojo en días soleados, por ejemplo”.

Cuando un niño necesita gafas o lentes y no lo sabemos, en función del tipo de defecto refractario que tengan, pueden pasar algunas de estas cosas en las que nos podemos fijar:

  • Cierran o guiñen los dos ojos en algunos momentos del día
  • Aprietan los ojos
  • Entrecierran los ojos para mirar a lo lejos 
  • Se frotan los ojos
  • Se cansan con lecturas prolongadas
  • Rechazan leer o se cansan rápido
  • Pueden tener dolores de cabeza, especialmente por la tarde o noche y en días lectivos

Ojo vago: el problema más frecuente y no da síntomas

Los niños que no tienen ningún síntoma no están exentos de poder tener algún problema oftalmológico. De hecho, uno de los más frecuentes es la ambliopía, también conocida como ojo vago o perezoso. Según los explica la Dra. Wert, este defecto puede pasar totalmente inadvertido y sólo se diagnostica en una revisión ya sea con el oftalmólogo, pediatra u optometrista.

Este trastorno consiste en la pérdida de agudeza visual sin ningún daño aparente en la estructura ocular. “Es un niño que ve poco con un ojo y muy bien con el otro. Con el ojo que ve muy bien compensa y puede hacer vida normal sin ninguna dificultad por eso es muy difícil que los padres lo detecten”.

El tratamiento más común consiste en realizar la oclusión durante períodos controlados del ojo que tiene buena visión, para estimular las vías neuronales del ojo afectado.

¿A qué edad se debe hacer la primera revisión?

Los oftalmólogos pediátricos pueden ver y explorar a niños de cualquier edad para detectar déficits visuales. Además de estar alerta a estas señales, es importante someterse a revisiones oculares periódicas a partir de los 3-4 años con el objetivo de descartar cualquier alteración.

Los expertos recuerdan que la visión se encuentra en proceso de formación durante la primera década de vida. “La agudeza visual se desarrolla desde el nacimiento hasta los 7 años. A partir de esta edad, cualquier problema que se tiene y no se ha tratado, como el ojo vago, puede convertirse en crónico e irreversible en la vida adulta”.

Es por esto que las revisiones son recomendables: 

  • Entre los 3 y los 10 años: una revisión anual.
  • De los 10 a los 16 años: una revisión cada dos años.

Otra recomendación de estos especialistas -especialmente ahora tras la pandemia por la Covid-19 en el que se ha podido observar un aumento del uso de pantallas y dispositivos móviles, la implementación de clases online, etc.- consiste en hacer un esfuerzo por aumentar las actividades y deportes al aire libre. Esto es beneficioso para mejorar la salud visual y la salud general de los más pequeños.

 

Por Karla Islas Pieck
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