- Aunque nos parece que la pandemia del COVID-19 quedó atrás -y de hecho la OMS declaró que ya no hay emergencia de salud global- el virus aún no nos ha dejado del todo. Hay muchas personas que aún se contagian y eso ha mantenido a las organizaciones de salud manteniendo un control de las distintas variantes.
- El SARS-COV-II, virus causante del COVID, tiene una gran capacidad para mutar, lo que le permite tener en poco tiempo diversas variantes. Actualmente, la variante principal es la ómicron, pero su intensidad ha bajado mucho. Eso sí, se han producido subvariantes que actualmente suponen la mitad de los contagios de Estados Unidos.
- Son muchos los pacientes que luego de semanas, meses o años de curarse del COVID siguen teniendo secuelas. Se le llama COVID largo o secuelas post etapa aguda y sus principales síntomas son dolor muscular, problemas cardiacos, neuronales, respiratorios y pérdida del olfato.
Parece ayer que nos enterábamos de un virus que comenzó a extenderse en China y eventualmente nos dejó a todos encerrados durante semanas y, en muchos países, meses. Como nunca, temíamos por nuestros seres queridos. Cualquiera podía ser hospitalizado si se contagiaba con el SARS-COV-II, produciendo la enfermedad llamada COVID-19. Posteriormente apareció el debate de las vacunas y si éstas podían protegernos contra las nuevas variantes, menos mortales, pero muchísimo más contagiosas (como el ómicron). Pero todo esto fue hasta finales del 2021, entonces, ¿cómo están las cosas ahora? En este artículo te contamos.
¿Nuevas variantes?
Los virus son estructuras biológicas que no están vivas, por lo que necesitan de un ser vivo para poder hacer copias de si mismos. Al hacer sus copias dentro de las células, los virus las destruyen generando, por ejemplo como pasa con el COVID-19, daño pulmonar, que es lo que lleva principalmente a las hospitalizaciones.
El sistema inmune siempre va a buscar impedir que los virus ataquen las células, por lo que aquellos virus que logran atacarlas tienen pequeños ‘cambios’, llamados mutaciones, que les hacen más ‘esquivos’ al sistema inmune. Esto va haciendo que los virus evolucionen en variantes o ‘cepas’. En el caso del SARS-COV-II, esto lo llevó a ser más contagioso, pero menos mortal, lo que le permite poder diseminarse más.
La OMS, apoyada por muchos científicos y organismos de salud de diversos países llegó al consenso de definir las variantes según el efecto en la salud humana.
- De interés: Variante que con las defensas por las vacunas o un contagio anterior le permite aún así generar la infección. Se les da una nomenclatura científica (XBB.1.5/23A por ejemplo).
- De preocupación: Para facilitar se le asigna una letra griega (beta, épsilon, ómicron). En estos casos los síntomas pueden ser severos (con hospitalización o muertes). Las vacunas no ayudan a neutralizar el virus, o su detección no es fácil.
- De alta consecuencia: Con una gravedad similar a los primero virus del 2020. Es muy difícil diagnosticar, las vacunas no causan efecto y las infecciones son desproporcionadas generando altas tasas de hospitalización. Actualmente (finales del 2023) no hay ninguna variante así.
El ómicron original en su momento fue de preocupación, pero actualmente está en un estado anterior, el de monitorización. Son las subvariantes las que están siendo de interés, las que resaltan actualmente son la HV.1 y EG.5 principalmente (note que no tienen nombre griego). Muchos medios les han llamado Eris, como si fuera de preocupación, pero eso no es correcto de acuerdo a la OMS (para finales de noviembre). En Estados Unidos estas variantes suponen la mitad de los contagios por COVID-19 del último mes, acompañando a los otros virus respiratorios comunes de invierno.
Actualmente las variantes de ómicron BA.2.86 y JN.1 pueden que pronto sean las que lideren las infecciones, al ser asignadas de interés el 21 de noviembre del 2023, aunque dudan que pueda ser un riesgo de salud pública. Esto les permite a los científicos planificar los periodos de vacunación considerando estas nuevas variantes y las de la gripe.
Las secuelas a largo plazo están apareciendo
Una publicación en Nature Medicine de julio del 2023 siguió por 2 años a 130 mil individuos que se infectaron y a casi 6 millones de veteranos estadounidenses que no se habían contagiado. Lo que observaron fue que no aumentaba el riesgo de muerte en ningún grupo por culpa del COVID. Lo que sí observaron fueron las llamadas secuelas post etapa aguda (PASC, por sus siglas en inglés) o COVID largo, porque pueden durar semanas, meses u años. En casi un cuarto de los pacientes se presentaba como:
- Desordenes cardiovasculares (problemas del corazón y los vasos sanguíneos)
- Mentales (ansiedad, depresión, estrés)
- Neurológicos (pérdida de memoria, afectación como si fuera Párkinson o Alzheimer)
- Aparición de diabetes, problemas renales y gastrointestinales.
Muchos pacientes también presentan problemas musculares y de movilidad, presentando dolor de articulaciones, dificultad para moverlas o incluso pérdida de masa muscular. El Centro de Control y Prevención de Enfermedades estadounidense ha visto que también se presenta:
- Dolor de cuerpo y cansancio
- Fiebre, tos y dificultad para respirar
- Perdida del olfato
- Algunos no pueden explicar lo que sienten, muy similar al síndrome de fatiga crónica.
Eso sí, aquellos que no se han vacunado, si tenían enfermedades crónicas previas al COVID o aquellos afectados más severamente por el coronavirus tienen más probabilidades de padecer PASC.
En síntesis, la clave está, como siempre, en seguir las pautas de vacunación, realizarse chequeos médicos ante un síntoma o malestar y si sospechan estar contagiados tener las medidas de precauciones similares a las de los tiempos de pandemia (mascarilla, lavado de manos y limpiar las superficies de contacto) siempre siguiendo fuentes confiables.
Por Carlos Diego Ibáñez
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