La diabetes es una enfermedad crónica que se caracteriza por presentar niveles elevados de azúcar en sangre. Con el tiempo conduce a graves daños en el corazón, los vasos sanguíneos, los ojos, los riñones y los nervios. Existen principalmente dos tipos de diabetes: la de tipo 1 que es una afección crónica en la que el páncreas produce poca o ninguna insulina –una hormona que se encarga de regular la cantidad de azúcar de la sangre– por sí mismo; y la diabetes de tipo 2, que es la más común y que ocurre cuando el cuerpo se vuelve resistente a la insulina o no produce la suficiente y que en los últimos treinta años se ha incrementado drásticamente en todos los países.
Aproximadamente 62 millones de personas en toda América tienen diabetes de tipo 2, una cifra que se ha triplicado desde 1980 y se estima que alcanzará los 109 millones para el 2040. También se le atribuyen cerca de 250.000 fallecimientos solo en América cada año. Por todo esto existe un objetivo acordado a nivel mundial para detener el aumento de la diabetes y la obesidad, uno de los principales factores de riesgo para esta enfermedad, para 2025.
¿Por qué se produce la diabetes de tipo 2?
Como explicamos anteriormente, la diabetes de tipo 2 es la forma patológica de diabetes más común a nivel mundial, especialmente en los países desarrollados, al igual que el sobrepreso y la obesidad. Es una enfermedad que se desarrolla cuando el nivel de azúcar en sangre es demasiado elevado, puesto que la insulina deja de estar capacitada para realizar su función, basada en proporcionar movilidad al azúcar para llegar hasta las células.
“Concretamente, los adipocitos, los hepatocitos y las células musculares no responde manera correcta a dicha insulina, lo que se conoce como resistencia a la insulina, por la lipotoxicidad de la grasa visceral en personas con sobrepeso”, afirma la Dra. Amalia Paniagua, especialista del Servicio de Endocrinología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid, España.
Así, esta enfermedad vascular afecta al riego sanguíneo de vasos de pequeño y mediano tamaño a nivel de todo el cuerpo. “En consecuencia, cuando no se corrige la glucemia adecuadamente puede producir afectación de la retina, del riñón, del corazón, del cerebro y de los nervios y arterias de piernas y brazos”, añade la experta.
Una enfermedad que se puede prevenir
La diabetes de tipo 2 es considerada hoy en día como la gran pandemia de nuestro siglo, y los médicos y especialistas no dejan de repetir su importancia y que no estamos suficientemente concientizados sobre todas sus implicaciones. Aunque la diabetes de tipo 1 es una enfermedad que no se puede prevenir, la de tipo 2 puede retrasarse su aparición e incluso conseguir que no se llegue a producir modificando nuestro estilo de vida y corrigiendo ciertos hábitos.
“Es importante entender que cuanto más tiempo sufra una persona de diabetes, mayor será el plazo para contraer alguno de los graves problemas de salud que están asociados con ella, como problemas de corazón o incluso accidentes cerebrovasculares” (como embolias o ictus), recalca la endocrinóloga.
La especialista destaca cómo la pérdida de peso es la mejor estrategia para evitar el desarrollo de la diabetes de tipo 2, poniendo énfasis en la reducción de la grasa visceral y en el aumento de la actividad física. “Antes de que las personas desarrollen esta patología, por lo general tienen prediabetes, que es una condición reversible, cuyo tratamiento permite prevenir la enfermedad a través de una pérdida de peso menor a la que es necesaria una vez que se ha establecido la diabetes de tipo 2”.
Para conseguir esto la experta señala algunas medidas que se pueden aplicar:
- Seguir un plan de alimentación basado en una reducción de calorías, intentando evitar el azúcar y los carbohidratos refinados de la dieta.
- Consumir una buena fuente de fibra en cada comida puede ayudar a prevenir picos en los niveles de azúcar en la sangre y de insulina, lo que puede ayudar a reducir el riesgo de desarrollar diabetes.
- Procurar evitar en la medida de lo posible las bebidas azucaradas.
- Realizar una actividad física prácticamente a diario. Lo aconsejable es por lo menos media hora de actividad física cinco días a la semana.
- Dejar de fumar. Hay investigaciones que vinculan el tabaco y la exposición al humo de segunda mano o humo ambiental con la diabetes de tipo 2.
- El uso de ciertos fármacos o incluso algunas medidas intervencionistas como la cirugía metabólica.
Aunque estos consejos son generales, los expertos recalcan la necesidad de una atención personalizada y una supervisión de un especialista médico que pueda ayudar y orientar a la persona en función de su situación, sobre cuáles son los mejores deportes o actividades que puede practicar. “Se debe empezar siempre lentamente e ir avanzando progresivamente”, sugiere la Dra. Amalia Paniagua.
Fármacos en evolución
Gracias a la investigación que se ha venido realizando en los últimos años, actualmente se dispone de varias herramientas terapéuticas esenciales para tratar la enfermedad, como son los análogos de GLP1, los fármacos glucosúricos y la metformina. “Estos nuevos fármacos mejoran con creces el pronóstico de la patología. Además, se han probado sus beneficios sobre las complicaciones de la diabetes y se ha revisado su seguridad, sus amplias indicaciones y el manejo de sus efectos adversos para favorecer la tolerancia y ayudar al cumplimiento terapéutico”, añade la endocrinóloga.
Por Miguel Ramudo
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