- Existen numerosos estudios científicos que avalan la idea de que el ejercicio físico es bueno para nuestra salud, tanto a la hora de reducir el riesgo de determinadas enfermedades como para mejorar la calidad de vida cuando estas se presentan.
- Un mínimo de ejercicio se revela como siempre recomendable. Esta premisa es válida tanto para individuos gozando de buena salud como para aquellos que enfrentan desafíos médicos.
- No podemos pretender curar una enfermedad crónica únicamente con ejercicio, pero sí podemos potenciar significativamente la calidad de vida de la persona afectada.
La sabiduría popular nos dice que el ejercicio es bueno para la salud. Parece que es claro que la práctica regular de ejercicio constituye un pilar fundamental para mantenernos sanos. Pero muchas veces vemos también como principios que pueden parecer de sentido común, luego no son ciertos. Así que es lícito preguntarse ¿realmente el ejercicio es bueno? Para responder a esta pregunta se han realizado numerosos estudios científicos y parece que la evidencia respalda esta vez lo que la sabiduría popular nos ha enseñado.
“Todas las sociedades científicas tienen evidencias que avalan la actividad física habitual tanto para prevenir la aparición de enfermedades como para mejorar el pronóstico de una amplia gama de patologías. Desde enfermedades cardiovasculares hasta la hipertensión, la diabetes, el cáncer y por supuesto la obesidad. También es clave para disminuir los factores de riesgo de muchas enfermedades”, explica la Dra. Margarita Calvo, cardióloga del Departamento de Rehabilitación Cardiaca y Cardiología del Deporte del Hospital Clínic de Barcelona, en España.
“Ya en los años 50 y 60 se observó que quien hacía ejercicio físico estaba mejor de salud. Aunque no se sabía si esto era porque el ejercicio protegía o porque aquellos con mejor salud eran quienes hacían ejercicio”, añade el Dr. Narcís Gusí, catedrático en la Facultad de Ciencias del Deporte y jefe del grupo de investigación de Actividad Física, Calidad de Vida y Salud de la Universidad de Extremadura, también de España. “Desde los años 80 y 90 ya no quedó ninguna duda del efecto beneficios del ejercicio físico de forma integral, tanto para la salud física como para la psicológica y social”, continúa el experto.
Gusi explica que aunque hace años los médicos podían ser reticentes a recomendar el ejercicio, esto ha cambiado recientemente. “Incluso la Organización Mundial de la Salud, a fin de impulsar la práctica de actividad física y la reducción del sedentarismo, propone una serie de actividades recomendadas para personas mayores de 65 años, entre las que destacan caminar, montar en bici, actividades acuáticas y deportivas, bailar, así como la participación en programas comunitarios de actividad física”.
No vale el mismo ejercicio para todos
Es innegable que el ejercicio físico constituye un pilar fundamental para la promoción de la salud en general. “Pero, al igual que cualquier otra tecnología sanitaria, es crucial seguir avanzando, y en la actualidad, la investigación se centra en la personalización de estas recomendaciones. Esto implica entender qué tipo de programa físico se adapta mejor a cada individuo, considerando factores tan relevantes como su genética o sus características especiales”, enfatiza Narcís Gusi.
Con esta idea coincide también la Dra. Margarita Calvo, quien subrayara la necesidad de determinar con precisión qué actividad física resulta más adecuada en cada caso, abogando por estrategias individualizadas. “Es de suma importancia tener en cuenta la adherencia, que la práctica del ejercicio sea de forma continuada”. La experta añade que para conseguir esta regularidad, es esencial tener en cuenta la singularidad de cada paciente, “ya que esto no solo contribuirá a la efectividad del programa de ejercicio, sino también a su sostenibilidad a largo plazo”, destaca.
La cardióloga recalca que ciertas circunstancias médicas, como haber padecido un infarto de miocardio, deben ser cuidadosamente consideradas al formular recomendaciones específicas de ejercicio. “No obstante, lo que resulta indiscutible es que, en todos los casos, un mínimo de ejercicio se revela como siempre recomendable. Esta premisa es válida tanto para individuos gozando de buena salud como para aquellos que enfrentan desafíos médicos”, subraya.
Mejora de la calidad de vida
Los paradigmas de la salud de antaño se centraban en evaluar aspectos como la mortalidad y la morbilidad. En la actualidad, se ha ampliado la perspectiva para considerar también otros elementos que vinculan la salud con la calidad de vida. En este contexto, el ejercicio físico desempeña un papel sumamente relevante. “No podemos pretender curar una enfermedad crónica únicamente con ejercicio, pero sí podemos potenciar significativamente la calidad de vida de la persona afectada, permitiéndole reincorporarse al trabajo, necesitar menos asistencia o disminuir la intensidad de sus crisis. Este enfoque supone un cambio radical respaldado por abundante evidencia científica que justifica la prescripción de ejercicio”, enfatiza el Dr. Narcís Gusi.
En situaciones donde el ejercicio se prescribe para ayudar a individuos con patologías crónicas, el experto subraya la importancia de evaluar las posibles interacciones con los medicamentos que estén siendo utilizados. “Si la persona está tomando betabloqueantes, debemos considerarlo al modular la intensidad del ejercicio. También es crucial tener en cuenta los fármacos con efectos secundarios, como los utilizados para tratar la diabetes”, destaca.
No obstante, Gusi insiste en que la combinación de tratamientos farmacológicos y ejercicio puede ser beneficiosa tanto para reducir las dosis como para extender el tiempo de su administración. Esto se debe a que el ejercicio puede contribuir a mejorar la capacidad física de los pacientes, y a su vez puede contribuir a reducir algunos de los efectos adversos de los medicamentos. “Numerosos estudios en pacientes con cáncer han demostrado cómo el ejercicio, al mejorar la condición física, permite reducir el tiempo entre fases de tratamiento, un factor que en determinados casos puede ser relevante para la evolución del paciente”, subraya Gusi.
En resumen, la evolución de los enfoques de salud hacia la consideración de la calidad de vida ha colocado al ejercicio físico en el centro de las estrategias de mejora. La combinación cuidadosa de tratamientos farmacológicos y ejercicio, adaptada a las características de cada paciente, emerge como un enfoque integral que no solo busca tratar las enfermedades, sino también optimizar la calidad de vida y mejorar la eficacia de los tratamientos médicos.
Por Miguel Ramudo
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