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Contribución de Amanda Susskind

A palabras necias, oídos sordos. Todos conocemos este dicho. Su objetivo es dar una nueva perspectiva al niño que ha sido víctima de burlas en el patio de recreo. Si bien el refrán puede ayudarle al niño a desarrollar una estrategia de defensa eficaz, en realidad no refleja la evidencia científica de hoy en día.

Esto es lo que sabemos ahora: las palabras pueden hacer daño, y a menudo de una manera prolongada. El dicho más idóneo es: Una palabra hiere más profundamente que una espada.

Y esto lo digo como experta en el odio. En la Liga Antidifamación (ADL por sus siglas en inglés), donde yo trabajo, tenemos casi 100 años de estar estudiando y monitoreando el odio y de dar clases sobre cómo combatir la intolerancia en todas sus formas.

Durante décadas, hemos estudiado este fenómeno en sus varias formas, incluyendo el racismo y el antisemitismo. Hemos luchado en los organismos legislativos mediante la elaboración del primer proyecto de ley contra los crímenes de odio, con el fin de aumentar las penas a los delitos motivados por prejuicios. El año pasado abogamos a favor de la aprobación de una ley nacional contra los crímenes de odio. Hemos dado clases en las escuelas, proporcionando una amplia educación contra los prejuicios a decenas de miles de maestros, padres y estudiantes. Hemos brindado técnicas de formación a agentes del orden público en todo el mundo para ayudarles a tratar de forma adecuada los crímenes de odio y la incitación al odio.

Consideramos que nuestros programas de educación preventiva son una vacuna contra el odio. Y pensamos que el enjuiciamiento rápido y el castigo adecuado es un antídoto contra los crímenes de odio cuando éstos ocurran.

En resumen, durante mucho tiempo hemos opinado que el odio tiene muchos atributos similares a los de un virus. Y ahora, la ciencia demuestra que estamos en lo cierto. Resulta que las palabras de odio – que son formas de prejuicio, intimidación y discriminación – atacan al cuerpo tanto física como psicológicamente.

Tomemos el caso de la intimidación. El Departamento de Salud y Servicios Humanos de los EE.UU. calcula que el 30 por ciento de los niños entre el sexto y el décimo grado escolar han sido intimidados o han intimidado a otros durante el año escolar.

Según los investigadores, los niños que son intimidados continuamente pueden experimentar problemas en la salud física, con síntomas que van desde la fatiga, el dolor, y una mayor susceptibilidad a los resfriados, los dolores de cabeza, el dolor abdominal, las náuseas, y las infecciones respiratorias. Las víctimas de la intimidación también pueden experimentar estrés y trauma que puede conducir a los trastornos alimenticios, o empeorarlos. Según algunos estudios, la discriminación racial puede conducir a la hipertensión en la victima.

Tal vez aún más profundo es el desastroso impacto que el odio puede tener en la salud psicológica de un individuo. La construcción de la identidad es un proceso social. Cuando las víctimas de la intimidación reciben señales de que pertenecen a un grupo marginado e indigno, su autoestima y su salud pueden sufrir a largo plazo. Según la Administración de Recursos y Servicios de la Salud “los niños y jóvenes que son intimidados son más propensos que otros niños a sentirse deprimidos, solitarios, ansiosos y tienen una baja autoestima”. En su forma más extrema, la intimidación puede llevar al suicidio. De hecho, durante la última década, en los EE.UU. se ha producido un gran aumento en los suicidios relacionados con la intimidación de adolescentes y pre-adolescentes.

A corto plazo, la intimidación y la discriminación pueden interferir con el rendimiento escolar de los estudiantes. Por ejemplo, los alumnos acosados como resultado de su real o aparente orientación sexual, son tres veces más propensos a ser reportados por no asistir a la escuela y más del doble tienden a fumar cigarrillos, beber alcohol o a usar otras drogas ilícitas.
Estos cambios a corto plazo tienen efectos a largo plazo. Aquellos que abandonan la escuela secundaria pueden tener dificultades para conseguir y mantener un empleo. Aquellos que usaron drogas en su juventud pueden experimentar un abuso de sustancias prolongado como adultos. Aquellos que fueron victimas de violencia en su juventud pueden llegar a tener graves dificultades interpersonales.

Por lo tanto, ¿cómo están afrontando este reto los adultos y los niños? Muchas veces los adultos y los niños carecen de las herramientas necesarias para defenderse eficazmente contra el odio. Un estudio encontró que los supervisores escolares a menudo no se involucran: 25% de los maestros no ven nada malo con la intimidación y, por consecuencia, sólo intervienen en el 4% de los incidentes. Cuando la intervención de los adultos es poco frecuente e ineficaz, los estudiantes se sienten indefensos y es menos probable que se defiendan a si mismos y apoyen a sus compañeros.

Es muy importante para los padres y los maestros que entiendan el impacto, a largo plazo, del odio en el patio de recreo y en la escuela. El simple hecho de tener consciencia del problema puede ayudar. Los adultos tienen que dejar de asumir que el comportamiento hostil es algo normal y deben dejar de racionalizar el odio basado en la intimidación como “cosa de muchachos”. Los niños también necesitan aprender habilidades para combatir este virus. Tienen que aprender que el odio no está de moda. Necesitan saber que hacen bien en enfrentarse a los prejuicios y al odio en lugar de dejarse llevar por la multitud y que, al hacerlo, pueden llegar a convertirse en líderes y modelos a seguir en lugar de ser víctimas o seguidores. Los padres deben tener consciencia de los males del “virus del odio” que penetra en el mundo de sus hijos – ya sea en el patio de recreo ó en el mundo virtual. El ayudar a los niños a aprender que no se debe sentir vergüenza cuando se defiende lo que es correcto, ni en pedir ayuda, es un buen primer paso.

Porque ahora sabemos que enseñarle a un niño simplemente que “a palabras necias, oídos sordos” no es suficiente.

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Amanda Susskind es la Directora de la Region Suroeste-Pacífico de la Liga Antidifamación (ADL).

Si le interesan las fuentes de las investigaciones mencionadas en el artículo, por favor vea los contactos al final de este posdata.

Para los padres y maestros que quieren acceder a más recursos para afrontar el comportamiento de odio, el Instituto A WORLD OF DIFFERENCE® de la ADL ofrece una gran variedad de programas tales como:

  • The Miller Early Childhood Initiative / La Iniciativa Miller de Educación Pre-escolar
  • Anti-Bias Teacher Training / Entrenamiento contra los prejuicios para maestros
  • Becoming an Ally: Interrupting Name Calling and Bullying / Conviértase en un Aliado: Cómo interrumpir los insultos y la intimidación
  • Trickery, Trolling and Threats: Understanding and Addressing Cyberbullying / Engaño, Incitación y Amenazas: Cómo comprender y actuar ante el acoso cibernético
  • Peer Leadership / Liderazgo entre Compañeros.

Estos programas reconocen que el odio es malo para su salud. Enseñan a los estudiantes, a los padres y a los maestros como adoptar una postura contra el odio y a crear un ambiente libre de prejuicios y tolerante a las diferencias. Para mayor información sobre estos programas de educación del ADL, visite la página de Educación de ADL en www.adl.org o póngase en contacto con Eva Vega-Olds a través del correo electrónico evega-olds@adl.org o llamando al (310) 446-4233 en EE.UU.

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