A veces daríamos cualquier cosa por no tener que mover ni un dedo. Cuando los quehaceres y las obligaciones se acumulan, soñamos con unas vacaciones ¡eternas! O con lo que los italianos denominan el “dolce far niente” (la delicia de no hacer nada). Resulta que vamos a tener que cambiar de idea: un estudio ha probado que las personas mayores que se mantienen más activas y que usan más energía en realizar las tareas cotidianas son menos propensas a perder sus capacidades mentales y pueden así mantener alejada la demencia.
Es cuestión de una nueva perspectiva. Lavar los platos, pasar la aspiradora, ir a la tintorería, cuidar a un enfermo, doblar ropa lavada, planchar, quitar el polvo… Nada de eso se consideraba formalmente como “ejercicio”, a diferencia de los deportes o los movimientos corporales específicos como los aeróbicos, las pesas o el yoga. Ah, pero ¡la Cenicienta de los quehaceres domésticos ha llegado al baile! Ahora tienen beneficios para la salud y muy específicos, entre ellos: la importantísima tarea de reducir las probabilidades de la demencia.
La demencia consiste en la pérdida de las funciones mentales, como el pensamiento, la capacidad de razonar y la memoria, lo que impide que la persona pueda desempeñarse normalmente en la vida diaria. No es en sí una enfermedad, sino un conjunto de síntomas que incluyen cambios en la personalidad, el estado de ánimo y el comportamiento. Se desarrolla cuando las partes del cerebro relacionadas con el aprendizaje, la memoria y la capacidad de tomar decisiones se ve afectada por diferentes causas, una de ellas el Alzheimer.
Es hora de que empecemos a reevaluar las actividades que realizamos: la próxima vez que te enfrentes a una de esas tareas tediosas, sonríe y recuerda que está ayudando a mantenerte saludable física y mentalmente. Así lo afirma una nueva investigación que encontró que las personas de la tercera edad que gastaban más energía en las labores caseras, los recados o atendiendo a otras personas eran menos propensos a perder sus capacidades mentales a medida que envejecían.
Según Todd Manini, coautor del estudio y profesor asistente de la investigación sobre el envejecimiento y geriatría de la Universidad de Florida, en Gainsville, Estados Unidos, todas esas actividades que no se consideraban antes como ejercicio aumentan la tasa cardíaca y hacen que los vasos sanguíneos bombeen sangre.
Uno de los retos del estudio, publicado en la revista Archives of Internal Medicine, fue precisamente rastrear la cantidad e intensidad de esas tareas. Cualquiera recuerda fácilmente cuánto tiempo corrió en el parque, o cuánto dura esa clase de aeróbicos en el gimnasio. Pero nadie podría decir con igual exactitud cuántos minutos le toma sacar la basura o barrer la casa. Para resolver la incógnita, los investigadores diseñaron un sistema para medir las calorías quemadas mediante una sustancia (un isótopo no radiactivo) que los participantes debían ingerir. Este isótopo, básicamente agua con una leve alteración química, se une al dióxido de carbono, el producto que se produce por el uso de energía de las células. Midiendo la cantidad de isótopos en la orina, pudieron calcular las calorías quemadas por cada persona (entre más isótopos presentes en la orina, menos calorías se quemaron y a la inversa).
El estudio incluyó a casi 200 adultos con una edad promedio de 75 años que se dividieron en tres grupos según la cantidad de actividad que utilizaron a diario (sin contar la cantidad de energía empleada por el cuerpo durante el descanso). Los participantes del grupo más activos quemaron unas mil calorías al día y tuvieron un 91% menor probabilidad de sufrir pérdida de la memoria, de concentración y de lenguaje después de 5 años de seguimiento que los del grupo menos activo.
¿Y qué actividades hicieron? Curiosamente, nada del otro mundo. No hicieron ejercicios vigorosos, como nadar o montar bicicleta. Pero sí se mostraron más activos en general que los de los otros grupos, caminaron mayores distancias, subieron más las escaleras, cuidaron a otras personas y efectuaron más actividades caseras. Según Manini, “simplemente era gente que se movía más”. Y agrega que no se ponen en duda los increíbles beneficios de un programa formal de ejercicios y de deportes, pero que no se debe echar de menos el valor de la actividad física del resto del día, por “normales” o “rutinarias” que parezcan las tareas.
Los investigadores recomiendan, sobre todo a las personas de la tercera edad, que hagan cualquier tipo de movimiento (ir de paseo, caminar alrededor del vecindario, barrer las hojas del jardín) ya que implica un beneficio para la salud. Hasta permanecer de pie en lugar de sentado quema de 20 a 30 calorías más por hora. Y aunque el estudio no incluyó a personas más jóvenes, es importante que desde temprano en la vida empecemos a tomar en cuenta nuestros hábitos para evitar trastornos futuros.
El doctor Bryan James, epidemiólogo y profesor asistente del Centro de Enfermedad de Alzheimer Rush de Chicago, está muy entusiasmado con el estudio, y para él es muy claro que si alguien quiere saber ¿qué se puede hacer para mantener a raya la demencia? él respondería: hacer ejercicio.
Ya lo sabes. Si puedes ir a un gimnasio, excelente. Si practicas algún deporte, fenomenal. Pero no olvides poner buena cara la próxima vez que te enfrentes a la aspiradora o al fregadero de la cocina. La salud de tu cerebro te lo agradecerá.
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