Siempre que pensamos en los trastornos de la conducta alimenticia, vienen dos nombres a la mente: anorexia y bulimia. Sin embargo, la obesidad extrema, producto de los deseos de comer compulsivamente para calmar una ansiedad o disfrazar un problema más de fondo, es también un trastorno que cada vez se hace más común. Los obesos y los flacos, son dos extremos del mismo problema causados por la percepción distorsionada de la imagen que la persona tiene de si misma.
Adriana tiene su casa llena de espejos y da fe de que ninguno dice la verdad. El de su habitación la hace ver delgada, el del baño la hace ver gorda, el de la sala, la hace ver desproporcionada. ¿Cuál es la verdadera Adriana? Se pregunta cada vez que se mira al espejo y jamás se siente conforme con su peso.
Adriana está muy delgada y la diagnosticaron con anorexia nerviosa, un desorden alimenticio que provoca que la persona se vea gorda cuando está, por el contrario, casi en los huesos. Por lo general, las personas con anorexia nerviosa se niegan a comer, hacen demasiado ejercicio y a veces, se vuelven excéntricos: no quieren comer en presencia de nadie.
La bulimia, por su parte, es otro desorden alimenticio que puede terminar en una delgadez extrema también. En ese caso, las personas se atragantan con muchos alimentos y luego vomitan o usan laxantes y diuréticos para eliminar lo que comieron a como dé lugar. Hacen ejercicio excesivo y actúan en secreto. Aparentemente se alimentan, pero disimuladamente van al baño a devolver todo lo que acaban de comer.
El comer excesivamente, también es un trastorno de la conducta alimenticia. Sin embargo, éste no termina en delgadez. Quienes sufren de este desorden o trastorno alimenticio, comen en exceso y luego no se preocupan por eliminar las calorías que ingirieron. Es entonces cuando aparecen casos de obesidad extrema que al igual que los de delgadez exagerada, ponen en riesgo a la salud.
Pero lo curioso es que los casos de los trastornos de la alimentación que producen obesidad son cada vez más comunes.
Un estudio realizado por unos médicos catalanes de la Unidad de Trastornos Alimenticios del Hospital de Bellvitge en Barcelona, confirma que han aumentado en los últimos años. Este equipo de médicos realizó un seguimiento de casi 1,400 personas que ingresaron al hospital entre el año 2001 y el 2010 por algún trastorno de conducta alimenticio. El análisis comprobó que en una década se triplicó el número de pacientes con exceso de peso u obesidad grave en sus antecedentes. Este estudio fue publicado en la revista “European Eating Disorders” y llama la atención, una vez más, sobre cómo la mente es la responsable de muchos problemas de salud relacionados con la alimentación.
Quienes sufren este tipo de trastornos tienen una autoestima muy negativa y problemas para aceptar su imagen. Es tan obsesivo su problema, que creen firmemente que su imagen corporal es una (delgada o gorda) aunque el espejo y la báscula digan lo opuesto.
Los factores psicológicos y ambientales, pueden predisponer a las personas a desarrollar un trastorno alimenticio. Las familias problemáticas, las relaciones disfuncionales, la baja autoestima, las emociones negativas, los traumas y la insatisfacción profunda con su apariencia física son algunas de las razones por las que muchas personas se castigan o se consuelan abusando o eliminando por completo la comida.
Si tú tienes una relación conflictiva con la comida y piensas que puedes estar sufriendo de algún trastorno de alimentación, no dudes en buscar ayuda profesional. Los psicólogos pueden orientarte y ayudarte a identificar la causa subyacente del problema. Es ideal buscar apoyo de un grupo interdisciplinario de especialistas, pues no se trata solamente de “arreglar tu mente” sino de prestarle atención y cuidados a tu cuerpo. No simplemente de alimentarte o hacerlo de manera excesiva ya que la alimentación tiene efectos reales y en tu salud física. Y la falta de alimentación y el exceso de alimentación puede tener efectos fatales.
Busca ayuda. ¡Nunca es tarde! No caigas en ideas falsas sobre el valor de lo que eres, pues ni la obesidad ni la delgadez determinan el valor de tu corazón (de lo que vales tú como ser humano).
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