Ni viviendo en el Tíbet y meditando todo el día, puedes escapar del estrés. Nadie puede evitar totalmente las situaciones estresantes pues son parte esencial de la vida. Nada más estresante que la primera cita de amor, una entrevista de trabajo o llegar tarde por culpa del tráfico. Por eso el problema no es si te da o no estrés, el problema es con qué frecuencia te da y si puedes manejarlo.
A diferencia de lo que muchos creen, el sentir estrés no es siempre malo. El estrés es una reacción natural de tu cuerpo frente a situaciones que te ponen bajo presión o peligro y que te preocupan. En esos momentos tu cuerpo y tu mente se ponen en estado de alerta y te ayudan a reaccionar rápidamente. Pero tan pronto pasa todo, el cuerpo vuelve a distenderse y la sensación de estrés se va.
El estrés en cantidades suficientes puede ser muy útil y darte una inyección de energía que te ayude a ganar un juego de fútbol, o activar tu sentido de supervivencia en condiciones de riesgo. Pero cuando la sensación de estrés no te abandona e incluso empeora después de terminada la situación estresante, puede traer consecuencias negativas para ti. Existen dos tipos de estrés:
- Estrés agudo: Es el estrés más común pues le da a casi todas las personas cuando enfrentan riesgos, amenazas, retos o miedos. El cuerpo reacciona inmediatamente y de forma intensa, y en algunos casos puede ser hasta emocionante, pues tu cuerpo libera adrenalina, la hormona encargada de poner a latir tu corazón con más fuerza y prepararte para la acción. Pero cuando este tipo de estrés es excesivo o no se maneja adecuadamente, puede llegar a agotarte.
- Estrés crónico: Surge después de tener estrés agudo por mucho tiempo. En este caso ya no es necesario vivir situaciones fuertes para estresarse, ni hay reacciones inmediatas o llenas de emoción. Cuando tu estrés ha llegado a un estado crónico empiezas a no tolerar pequeñas situaciones cotidianas como el tráfico, el elevador dañado o una pequeña discusión en casa. Y aunque ya no reaccionas tan rápidamente, la sensación de estrés dura más tiempo y es más complicada, a veces ni siquiera entiendes qué es lo que sientes o por qué, pero lo sientes. Además, se te hace cada vez más difícil encontrar soluciones a tus problemas.
En la medida en que aumenta la sensación de estrés, los efectos sobre tu cuerpo aumentan y lo que empezó como un dolor de cabeza, puede terminar en una reducción de tus defensas o en enfermedades cardíacas. Pero además, también se afectan tus emociones y tus comportamientos.
Lo bueno es que el estrés se puede manejar. Existen muchos métodos para que puedas aprender a controlarlo, antes de que él te controle a ti (en este artículo te damos 7 formas de aliviar el estrés) . Es cuestión de ponerle voluntad. El ejercicio te puede ayudar. ¡Tú puedes controlar el estrés!
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Actualización de un artículo originalmente publicado en el 2009.