Uno de los grandes problemas de salud a nivel mundial es la obesidad. Un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela que desde 1975 esta enfermedad se ha triplicado y según este mismo organismo más de 650 millones de adultos en todo el mundo son obesos. Paralelamente también estamos viviendo una pandemia de salud mental, con problemas de ansiedad y depresión cada vez más habituales. Estos dos datos que puede parecer que nada tienen que ver entre sí, en realidad están más relacionados de lo que parece.
Las personas que viven con obesidad experimentan con frecuencia síntomas de ansiedad (70,3%) y depresión (66,2%) derivadas de su exceso de peso. Al mismo tiempo, la depresión, la ansiedad y los trastornos del sueño son factores de riesgo potenciales para desarrollar obesidad. “Existe claramente una asociación directa entre el estado psicosocial de la persona y la obesidad”, explica el Dr. Cristóbal Morales, vocal de la junta directiva de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) y endocrinólogo del Hospital Vithas Sevilla y del Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla, quien defiende un enfoque endocrino-psicológico de esta enfermedad.
“La obesidad empieza en el útero materno, por lo que tiene un componente genético, biológico, psicosocial y familiar muy profundo. Es una de las razones por las que solemos tratar a la familia entera mediante una intervención terapéutica que nos ayude a cambiar hábitos de vida no saludables”, explica el Dr. Morales, quien destaca que muchas personas que tienen obesidad también luchan con problemas relacionados con su estado de ánimo, autoestima, calidad de vida e imagen corporal. De manera alentadora, matiza, “la pérdida de peso generalmente se asocia con mejoras en el estado psicosocial y el funcional”.
Perder peso no es lo mismo para hombres y mujeres
Hombres y mujeres tienen metabolismos diferentes y esto también tiene una implicación en la pérdida de peso. Así, diferentes estudios han demostrado que los hombres pierden peso más rápidamente que las mujeres, aunque no está claro el porqué de esta diferencia. “Aún no conocemos los motivos, aunque también hay datos que apuntan a que ellas consiguen sostener este beneficio más tiempo”, matiza el Dr. Morales, quien recuerda la importancia de un abordaje personalizado tanto en la fase inicial de pérdida de peso como en la de mantenimiento. De hecho, “un abordaje médico con perspectiva de género sería beneficioso para confeccionar un programa terapéutico más eficaz”, confiesa.
Asimismo, existen estudios que revelan que las mujeres suelen sufrir más casos de rebote severo que los hombres (un 10% frente a un 7% en ellos), así como de rebote leve (un 19% frente a un 11% en hombres). Este efecto yo-yo, según el Dr. Morales, podría estar atribuido a que las mujeres perciben que tienen una mala salud y vuelven de nuevo a intentar perder peso con otra dieta que fracasa: “Las dietas milagro no existen, es esencial un plan de pérdida de peso mantenido en el tiempo para evitar este efecto rebote tan negativo, ya que detrás de cada uno de ellos la composición corporal cambia, el adipocito se inflama y cada vez se vuelve más resistente a perder la grasa almacenada”, manifiesta.
Un tercio de los jóvenes con obesidad presenta ya trastornos de alimentación
Por su parte, la Dr. Helena García, especialista en Psicología Clínica y de la Salud, e investigadora en el Hospital Universitario La Paz-IdiPAZ de Madrid, indica que un tercio de los jóvenes con obesidad que busca tratamiento presenta ya trastornos de alimentación y se calcula que el 75% de estos jóvenes presentará ansiedad a lo largo de su vida. “La asociación entre depresión y obesidad está bien establecida. Además, se ha demostrado que la presencia de elevados síntomas de depresión en la obesidad predice la aparición de otros trastornos de alimentación como la bulimia”, revela.
García insiste en que la solución a la obesidad no es tan sencilla como seguir una dieta. Los hábitos se hallan arraigados en la biografía del paciente. “El entorno, los factores endocrino-metabólicos, el placer, las actitudes y las creencias influyen enormemente y demuestran la dificultad para cambiar de hábitos. Cualquier tratamiento que no contemple la esfera emocional y psicológica del individuo fracasará”, asegura.
Esta psicóloga recuerda que la comida actúa como un “anestésico emocional” que nos “aleja” de la soledad, el tedio, la ansiedad o la tristeza. Estas son las emociones que más influyen en la ingesta emocional. ¿Quién no se ha pedido una pizza un día que estaba estresado o se ha comido un helado porque estaba triste? “El problema no es hacer eso, el problema es que esta sea tu única estrategia para manejar la frustración. Nosotros disponemos de herramientas para poder ayudar a demorar la recompensa y manejar mejor la frustración y la incertidumbre”, asegura García.
El comer, y más exactamente el masticar, suponen un gasto de energía que en ocasiones se transforma en una forma rápida de reducir la ansiedad. “Si esto es lo que la persona decide hacer constantemente, el aumento de peso es inevitable, generando al mismo tiempo un círculo vicioso, ya que estos kilos de más producen también ansiedad. Es importante ayudar a las personas a manejar la ansiedad de otra forma”, explica la psicóloga.
Las mujeres, más vulnerables
En el caso de las mujeres, hay también factores de vulnerabilidad que pueden aumentar el impacto de la obesidad en la salud mental. “Una baja autoestima, una alta necesidad de validación externa, la existencia de valores imperantes de juventud, belleza y delgadez, y una escasa red de apoyo son los motivos principales. La solución pasa por aprender a darnos el sí a nosotros mismos y no esperar la aprobación de los demás. A la mente humana le encanta señalar, juzgar y comparar, tenemos que intentar reducir esta actitud”, asegura rotunda.
“Tenemos que terminar con la ridiculización del gordo como si fuera un ciudadano de segunda línea porque no cumple los cánones de perfección marcados perversamente por nuestra sociedad”, afirma García. Según ella, hay gente que se cuida mucho y sigue expresando sobrepeso y obesidad. “No todo depende de la voluntad. Hay una carga genética que hay que atender. La genética carga el arma, el ambiente la dispara”, sostiene convencida.
Por último, esta psicóloga hace hincapié en que es fundamental escuchar y abordar el sufrimiento asociado con la obesidad. “Es esencial tener una capacidad de atención empática, abierta y compasiva y reconocer la multidimensionalidad de la persona en todo momento para que este no acabe en ansiedad, alteraciones de la conducta y dolor físico”, concluye.
Por Miguel Ramudo
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