La crisis económica afecta más allá del bolsillo y el presupuesto familiar. También repercute en los vínculos familiares, dificultando la relación entre los padres y los hijos, según revela una encuesta. Pero como dice el refrán: a mal tiempo buena cara. Quizás esta sea una buena oportunidad para reforzar los lazos de unión entre la familia, algo que ningún dinero en el mundo puede comprar.
El estilo de vida de la familia Ortega ha cambiado muchísimo en los últimos dos años. Los esposos Carmen y Rolando, son propietarios de un pequeño negocio que se ha venido reduciendo pero que han logrado mantener a base de esfuerzos y sacrificios. Por esa razón ya no pueden, por ejemplo, salir de vacaciones, ni pueden darles a sus tres hijos los mismos gustos que antes. Los Ortega, con las presiones económicas, las preocupaciones del negocio y la sensación de encontrarse en un callejón sin salida se sienten abrumados, deprimidos y eso los ha alejado emocionalmente de sus hijos.
Según datos proporcionados por unos investigadores de la Universidad de Nebraska, en Lincoln, y la Universidad Brigham Young, Estados Unidos, el caso de la familia Ortega no es único: la recesión económica ha repercutido no sólo en el presupuesto de la familia sino además en la calidad de los vínculos entre padres e hijos. Los padres bajo presiones financieras se sienten menos conectados con sus hijos y éstos, a su vez, son menos propensos a actuar con generosidad.
Los investigadores analizaron los datos obtenidos a través de una encuesta realizada en el 2009 entre unas 500 familias del área de Seattle, a las que se les preguntó sobre sus sentimientos de depresión, estrés económico y sus relaciones familiares. Al repetir la encuesta un año después, descubrieron que los padres que sufrieron la mayor presión financiera reportaron más síntomas de depresión. Los padres deprimidos, a su vez, fueron más propensos a sentirse más desvinculados de sus hijos. Las presiones que afectaron a los padres, también tuvieron repercusiones en sus hijos (adolescentes de entre 10 y 14 años). Estos hijos se mostraron menos inclinados a realizar actividades voluntarias, a ayudar a sus amigos y familiares, a hacer pequeños favores entre sus familiares y amigos, o a dedicarse a alegrar a personas que se sentían tristes (todas estas conductas positivas que los investigadores denominan “conductas prosociales” o a favor de la comunidad).
El estudio, que aparece publicado en la edición de diciembre de la revista Journal of Research on Adolescence, incluyó a familias de Seattle, mayormente blancas, de clase media a media alta y con educación universitaria. Los investigadores anticipan que el impacto de la recesión haya tenido repercusiones familiares mucho más fuertes todavía que las observadas en Seattle en otras zonas y comunidades del país, golpeadas mucho más severamente por la crisis.
Sin embargo, las situaciones difíciles como la recesión económica, una pérdida familiar, o una enfermedad son también oportunidades de fortalecimiento y crecimiento. Aún en medio de inseguridades y estrecheces, el núcleo familiar puede resultar mucho más firme si todos cooperan, se respetan y se apoyan.
Las sugerencias siguientes no requieren un presupuesto, sino interés y tiempo. Ponlas en práctica, independientemente de la situación económica para que tu familia esté más fortalecida.
1. Busca tiempo para compartir con la familia. Claro que los padres deben cumplir con sus obligaciones laborales, o quizás dediquen gran parte del tiempo a buscar un empleo, pero es imprescindible buscar un momento en que se puedan dejar los problemas a un lado y dedicarlo por completo a los hijos. Márcalo en un calendario, y respeta ese tiempo al igual que respetas el tiempo dedicado al trabajo.
2. Coman juntos siempre que sea posible. Cada día se va perdiendo más esta hermosa y necesaria costumbre: comer en familia. Y nada como ese momento para contar anécdotas, y reírse juntos. ¡Puede ser el mejor momento del día! Y a un padre o madre abrumados, la compañía de los seres queridos puede resultarle la mejor medicina.
3. Compartan las tareas familiares, o háganlas juntos. Limpiar el hogar, recortar el pasto, arreglar el jardín, realizar una reparación casera: el trabajo se hace más ligero en conjunto y se refuerzan la cooperación y el esfuerzo compartido.
4. Apoyen las actividades de sus hijos. Así ellos aprenderán a ser solidarios también. Aunque se sientan deprimidos, traten de asistir a los programas escolares, o a las prácticas deportivas de los chicos.
5. Escojan una actividad en la que padres e hijos puedan participar como voluntarios. Una caminata como la March of Dimes, recaudar fondos para la Liga contra el Cáncer o la Cruz Roja, o cualquier otra actividad comunitaria los acercará y les hará tomar conciencia del dolor de otros. Eso trae alivio al dolor propio y una nueva perspectiva de todas nuestras bendiciones que a veces pasamos por alto.
6. Involúcrense juntos en un curso o programa educativo. Puede ser lo mismo un hobby, como la fotografía, o una habilidad que les permita encontrar un mejor empleo, como dominar y perfeccionar un programa de computación.
7. Compartan con otras familias. El aislamiento empeora los sentimientos de desesperanza y depresión. Reúnanse en un parque, en el jardín o simplemente a disfrutar una película alquilada.
Si tú o cualquier miembro de tu familia están atravesando un momento difícil y tienen síntomas de depresión, busquen ayuda médica lo antes posible.
Y recuerda: las fluctuaciones de la economía, las malas rachas, y los problemas son transitorios. Al final, nuestros grandes tesoros son nuestros afectos, como los hijos y los demás familiares. No los descuides, lucha por que todos se mantengan unidos, tanto en tiempos de recesión como de abundancia.
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