- Un estudio realizado en España ha puesto de manifiesto un aumento del 50,77% en las conductas suicidas no mortales o intentos de suicidio tras la pandemia.
- Mujeres jóvenes y menores de 18 años son dos grupos que se mostraron especialmente vulnerables.
- Los expertos destacan la urgencia de poner en marcha estrategias preventivas dirigidas específicamente a estos grupos.
- Los autores del estudio enfatizan la importancia de considerar la salud mental como parte integral de la salud pública.
La pandemia de COVID-19 ha dejado una marca indeleble en muchos aspectos de nuestras vidas y, uno de los más preocupantes, es sin duda su impacto en la salud mental de la población. Mientras que las tasas de suicidio no aumentaron significativamente durante el confinamiento según datos de varios países, un nuevo estudio realizado en Cataluña (España) revela un aumento alarmante en las conductas suicidas no letales o intentos de suicidio en después de la pandemia.
El estudio, liderado por el Dr. Víctor Serrano-Gimeno del Grupo de Investigación en Salud Mental del Instituto de Investigación Sant Pau (IR Sant Pau) y publicado en la prestigiosa revista The Lancet Psychiatry, ofrece una mirada profunda a este fenómeno que se había explorado muy poco hasta ahora. Utilizando datos de todos los hospitales de la región, recopilados mediante el Código de Riesgo de Suicidio Catalán, el estudio revela una tendencia preocupante.
En concreto, los resultados muestran un aumento del 50,77% en las conductas suicidas no mortales después del levantamiento de las medidas de confinamiento. Este hallazgo sugiere que el impacto de la pandemia en la salud mental se está extendiendo mucho más allá de lo que se había anticipado.
El Dr. Serrano-Gimeno explica que el estudio revela un patrón intrigante. Durante el confinamiento, hubo una disminución en estas conductas, posiblemente debido a un menor acceso a los medios para cometer el acto. Sin embargo, esta tendencia se invirtió drásticamente después de que se levantaran las restricciones, lo que sugiere que el aislamiento social y los desafíos económicos podrían estar contribuyendo a este preocupante aumento.
Los análisis detallados indican que las mujeres, especialmente aquellas de entre 18 y 30 años, y los jóvenes y niños menores de 18 años, son especialmente vulnerables a este aumento. Esto subraya la necesidad urgente de estrategias preventivas dirigidas a estos grupos demográficos.
Por su parte, la Dra. Maria Portella, jefa del Grupo de Investigación en Salud Mental en el IR Sant Pau, enfatiza que el estudio cuantifica lo que muchos ya sospechaban: la salud mental ha sido gravemente afectada por la pandemia. Este enfoque más allá de la patología mental resalta la necesidad de abordar el riesgo de suicidio como un problema de salud pública fundamental.
El Dr. Narcís Cardoner, investigador del Grupo de Investigación en Salud Mental en el IR Sant Pau, agrega que la pandemia ha puesto de relieve la importancia de considerar la salud mental como parte integral de la salud pública. Aunque durante la pandemia se priorizó la salud física para evitar los contagios y las muertes, estos hallazgos muestran que no puede haber salud completa sin tener en cuenta la salud mental.
El estudio también resalta la necesidad de una respuesta más holística a futuras crisis similares. Es esencial considerar los impactos a largo plazo en la salud mental al diseñar estrategias de salud pública, especialmente dado el impacto desproporcionado que la pandemia ha tenido en las mujeres jóvenes y los menores de edad.
El Dr. Cardoner concluye que la situación actual del sistema de salud, saturado y bajo una presión sin precedentes en muchos países, es una prueba más de la fragilidad de nuestra sociedad frente a eventos de gran escala como la pandemia. Desde su punto de vista, este estudio “nos brinda una oportunidad para reflexionar sobre cómo abordar los desafíos de salud mental de manera más efectiva en el futuro”.
En resumen, este estudio ofrece una visión clara de las profundas consecuencias de la pandemia en la salud mental de la población y destaca la necesidad urgente de una respuesta integral y centrada en la salud pública para abordar este problema creciente.
Por Karla Islas Pieck
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