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La amígdala se acostumbra a las mentiras

Todos hemos mentido alguna vez, algunos mienten más que otros. Pero debes tener cuidado porque cuando las mentiras se vuelven un hábito, podrías desensibilizar a tu cerebro. Toma esto en cuenta y enséñale a tus hijos con el ejemplo. La honestidad sigue siendo una virtud. Y no te engañes, digan lo que digan los noticieros, las “verdades alternativas” son y serán siempre mentiras.

El cerebro es maleable aun cuando se trata de las mentiras. Y de acuerdo a un estudio nuevo, se puede adaptar a ser deshonesto.

Un estudio reciente publicado en línea en Nature Neuroscience sugiere que las personas que dicen pequeñas mentiras que les favorecen con el tiempo, dicen mentiras o falsedades mayores y su cerebro se adapta a su falta de honestidad. Los investigadores proporcionan evidencia del callejón sin salida que describen algunos políticos, algunos esposos que no son fieles, algunos banqueros o financieros corruptos y otros para explicar su mala conducta.

En este estudio participaron 80 personas. Se les pidió que le dijeran a su pareja, quien se encontraba en otro cuarto, como cuántos centavos había en un envase. Esto se hacía mientras se monitoreaba su actividad cerebral en un aparato de Imágenes por Resonancia Magnética (IRM).  Cuando se les puso en situaciones en que se les pagaba más repetidamente de acuerdo al tamaño de sus mentiras, se vio que su deshonestidad aumentó proporcionalmente.  Por el otro lado, el área del cerebro que reaccionaba emocionalmente más intensamente al principio, a medida que la persona se volvía más deshonesta (la amígdala), empezaba a reaccionar menos, se desensibilizaba, o sea, se acostumbraba a la falta de honestidad.

De hecho, los investigadores podían predecir, en cierta medida, la disminución en la activación de la amígdala en el IRM cada vez que la persona decía otra mentira en este estudio. Reforzando lo que los padres les dicen a los niños: que una mentira lleva a otra.

Una de las autoras del estudio, la Dra. Tali Sharot, profesora asociada de neurociencia cognitiva en University College London, compara las señales emocionales negativas de mentir que entran al cerebro y que se registran en la amígdala que disminuyen con el tiempo con las de un perfume. Ella dice que un perfume nuevo huele muy fuerte, después de un par de días huele menos y un mes después, ya no lo hueles.

La investigadora piensa que la desactivación de la amígdala (el área del cerebro que responde emocionalmente cuando se miente) propicia a la deshonestidad y ayuda a la persona que miente. Explica que parte de la señal emocional que sucede inicialmente cuando la persona miente se debe al conflicto de cómo se ve la persona a sí misma y sus acciones. Dice que, al principio, la persona piensa: “Miento para beneficio propio, pero al mismo tiempo, no encaja con la forma como quisiera verme a mí mismo, como una persona honesta”. La Dra. Sharot dice que quizá, la persona aprende de la señal emocional y aprende a responder menos, de esa forma ve al acto como menos incongruente con la percepción de sí mismo.

Pero es importante recordar que, en el mundo real, la falta de honestidad se asocia a castigos en los niños y/o a daño a la reputación de la persona. No es algo positivo el acostumbrarse a mentir. Cuídate de no caer en la trampa.

 

Imagen © iStock / PeopleImages

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