Procurar que nuestros niños crezcan en un entorno lo más armónico y saludable posible suele ser una de las prioridades de cualquier padre o madre. Cada vez hay más evidencia de la importancia de esta etapa y de las repercusiones que tienen a largo plazo las vivencias que tenemos durante nuestros primeros años de vida. Ahora, un nuevo estudio.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente 300 millones de niños de 2 a 4 años sufren castigos físicos y abusos emocionales por parte de sus padres/cuidadores. Además, uno de cada 13 hombres y una de cada 5 mujeres declaran haber sufrido abusos sexuales cuando eran bebés de 0 a 1 año. A escala mundial, aproximadamente 120 millones de mujeres jóvenes y niñas menores de 20 años han sufrido alguna forma de abuso sexual.
En América Latina y el Caribe solo una pequeña parte de los niños y niñas menores de cinco años están sujetos a medidas disciplinarias no violentas; dos de cada tres niñas y niños de entre 2 y 4 años experimentan regularmente algún tipo de disciplina violenta (agresión psicológica o castigos corporales) en el hogar, según datos de la UNICEF.
El maltrato infantil causa alteraciones en la salud mental y física que perduran toda la vida. Ahora, un nuevo estudio liderado por investigadores del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas, que publica la revista European Archives of Psychiatry and Clinical Neuroscience, concluye que sufrir un trauma psicológico durante la infancia triplica el riesgo de desarrollar un trastorno mental al llegar a la edad adulta.
En total, los investigadores analizaron datos de diversos estudios realizados en varios países con más de 93.000 casos, y encontraron una relación directa entre el hecho de sufrir un trauma psicológico en edad pediátrica y el riesgo de desarrollar una patología mental años después. “Es la evidencia más sólida hasta hoy en día, que el trauma psicológico realmente es un factor de riesgo para sufrir más adelante un trastorno mental”, apunta el Dr. Benedikt Amann, autor principal del trabajo, investigador del Grupo de investigación en Salud Mental del IMIM-Hospital del Mar y del CIBER de Salud Mental (CIBERSAM).
Los traumas más habituales en la infancia son el abuso emocional, el físico y el sexual, tanto como la negligencia emocional o física y también el acoso escolar, entre muchos otros. Haber sufrido una de estas situaciones provoca un daño a escala cerebral, una secuela física, pero también psicológica, en forma de diversos trastornos. En el caso del abuso emocional, el trauma más frecuente, se asocia al trastorno más prevalente entre la población, el de ansiedad. Pero también hay relación entre los traumas infantiles y otras patologías, como la psicosis, que está vinculada a todos los traumas, el trastorno obsesivo compulsivo o el trastorno bipolar. En el caso del trastorno límite de personalidad, el riesgo se incrementa hasta quince veces en caso de haber sufrido un trauma durante la infancia.
Estos expertos también destacan el hecho que otros traumas, como las catástrofes, muertes violentas o abusos familiares pueden afectar a las personas, generando cambios estructurales y funcionales en el cerebro que abren la puerta a trastornos mentales en el futuro.
Además, las personas con enfermedades mentales que han sufrido traumas previos, tienen un peor curso de la enfermedad. Por todo ello, el Dr. Amann hace una llamada a la acción. “Por una parte, tenemos que tratar el trauma psicológico en nuestros pacientes, pero también tenemos que actuar en los ámbitos político y social para invertir más en prevención. Por ejemplo, ayudar a las familias en la educación e instaurar programas para evitar casos de acoso escolar, que es un factor de riesgo muy importante de sufrir un trastorno mental, tanto para quien lo recibe como para quien lo ejerce”, destaca.
¿Se puede evitar esta situación?
Según datos de la Encuesta Nacional de Niños, Niñas y Mujeres 2015 elaborada en México en el marco del programa global de UNICEF, en este país la mayoría de los niños han sufrido algún tipo de disciplina violenta, ya sea física o psicológica. Además, el 5% de las madres y 8.4% de los padres creen que el castigo físico es necesario. Entre los principales datos del informe destacan:
- El maltrato físico lo padecen tanto niñas (42.2%) como niños (45.3%), pero son las niñas (61.8%) y los niños (56.9%) de 2 a 4 años quienes reciben más castigos físicos que otros grupos de edad.
- Los niños reciben castigos físicos severos en mayor medida que las niñas, al ser de 7.3% y 4.6%, respectivamente, la proporción de quienes fueron disciplinados mediante golpes en la cara, cabeza u orejas, o bien recibieron palizas (personas adultas les dieron golpes con fuerza y repetidamente).
- Los castigos físicos severos son padecidos incluso en edades tempranas: se reporta 2% para las niñas y 4.1% para los niños de 1 a 2 años de edad; cifras que son de 2.2% y 7.3% en las edades de 3 a 4 años; 5.5% en niñas y 9% en niños de 5 a 9 años; y 5.9% y 7.1% de 10 a 14 años, respectivamente.
- Las niñas reciben más agresión psicológica (gritos, descalificaciones o insultos) que los niños, como método de disciplina: (54% y 52.2%, respectivamente).
Los casos extremos de estrés pueden alterar el desarrollo de los sistemas nervioso e inmunitario. En consecuencia, los adultos que han sufrido maltrato en la infancia corren mayor riesgo de sufrir problemas conductuales, físicos y mentales, tales como:
- Actos de violencia (como víctimas o perpetradores)
- Depresión
- Consumo de tabaco
- Obesidad
- Comportamientos sexuales de alto riesgo
- Embarazos no deseados
- Consumo indebido de alcohol y drogas.
A través de estas consecuencias en la conducta y la salud mental, el maltrato puede contribuir a las enfermedades del corazón, al cáncer, al suicidio y a las infecciones de transmisión sexual. Es por ello que es fundamental recordar que cuidar la salud mental de nuestros niños es contribuir a construir una sociedad mejor.
Por Karla Islas Pieck
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