Seguramente te habrás dado cuenta que nuestra sección de Medicina Natural habla mucho de los estudios científicos que hacen las universidades sobre los tratamientos integrales. Algunos tienen resultados positivos, otros no. Nuestra meta es darte la información que necesitas sobre los beneficios comprobados y los posibles peligros de cada tratamiento para que puedas decidir si es el indicado para ti. Desgraciadamente, muchos de los tratamientos que se ponen de moda sencillamente no funcionan — y algunos pueden ser peligrosos.
Esto no quiere decir que estoy en contra de la medicina natural. ¡Todo lo contrario! La gran mayoría de los medicamentos que utilizamos hoy en día tienen sus raíces en tratamientos tradicionales. Pero hay una gran diferencia entre las pruebas científicas apoyadas por datos medibles y los “testimonios” de gente que cree que fue curada. Entonces, tal vez te preguntes ¿cómo es que la gente pueda pensar que algo funcionó cuando no fue así?
Este interesante artículo por el Dr. Barry L. Beyerstein, Ph.D., biopsicólogo de la Universidad Simon Fraser en Burnaby, British Columbia, Canadá, explica algunas de las posibles razones. ¡Te lo recomiendo!
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Hay diversos factores que pueden hacer que muchas personas inteligentes—pacientes y terapistas—piensen que un tratamiento ha ayudado a alguien, cuando en realidad no lo ha hecho. Esto es cierto tanto para nuevos tratamientos en medicina científica, como para charlatanes, medicina alternativa y curanderos.
Muchos de estos métodos dudosos siguen en el mercado porque algunos “clientes satisfechos” ofrecen un testimonio de su validez. Lo que estas personas dicen, en esencia, es: “lo probé y me sentí mejor, así que debe ser efectivo”. Los medios electrónicos e impresos por lo general difunden estos testimonios como una prueba fehaciente de que funcionan. Sin embargo, sin una evaluación apropiada, es difícil o imposible determinar si en realidad es cierto.
Existen mínimo siete razones por las cuales las personas creen erróneamente que una terapia que no es efectiva, sí funciona:
1. Puede ser que la enfermedad haya concluido su curso natural. Muchas enfermedades limitan su propio desarrollo (se auto-limitan). Si la condición no es crónica o fatal, el propio cuerpo se cura. Por esta razón, para demostrar que una terapia es efectiva, es necesario que quienes la proponen demuestren que el número de pacientes que presentaron mejorías excede al número de pacientes que se recuperaron sin ningún tratamiento (o que se recuperaron mucho más rápidamente que aquellos que no recibieron tratamiento). Sin contar con datos detallados del éxito o fracaso de la terapia en un número significativo de pacientes con la misma condición, no es posible legitimar que se han excedido los parámetros de recuperación sin ayuda.
2. Muchas enfermedades son cíclicas. Condiciones como la artritis, la esclerosis múltiple, las alergias y los problemas gastrointestinales tienen sus épocas de mejoría y de crisis. Es natural que quienes padecen de estas condiciones busquen ayuda cuando están pasando por un momento de crisis o dolor. De esta manera, los tratamientos falsos pueden parecer efectivos porque coinciden con la etapa de mejoría, que habría sucedido aunque no hubieran sido tratados.
3. El llamado “efecto placebo” también puede ser responsable. A través de la sugestión, creencias, expectativas, reinterpretaciones o distracciones, muchas personas que reciben un tratamiento que no contiene ninguna medicina, tienen un alivio considerable. Algunas respuestas al “efecto placebo” producen cambios reales en la salud; otras son cambios subjetivos que hacen que los pacientes se sientan mejor aunque no exista un cambio concreto en la patología (la enfermedad) de fondo.
4. Las personas que le apuestan a varios tratamientos, por lo general, le dan crédito al que no es efectivo. Si una mejoría ocurre cuando se sometieron a un tratamiento alternativo y a uno basado en ciencia, es común que se la atribuyan al tratamiento alternativo.
5. El diagnóstico o el pronóstico inicial puede no haber sido correcto. Los médicos no son infalibles. Un diagnóstico equivocado seguido de una visita a una persona que proporciona “sanamientos” alternativos puede llevar a que las personas den un testimonio positivo sobre la cura a una enfermedad que se pudo haber curado sola. En otros casos, el diagnóstico puede ser correcto, pero el lapso de tiempo, el cual es difícil de predecir, puede haber sido erróneo.
6. Mejorías temporales en el estado de ánimo pueden confundirse con la cura de la enfermedad. Los sanadores alternativos por lo general tienen personalidades fuertes y carismáticas. Los pacientes con frecuencia se dejan envolver en el aspecto mesiánico o “salvador” de la “medicina alternativa”, lo cual tiene efectos psicológicos.
7. Las necesidades psicológicas pueden distorsionar lo que la gente percibe y hace. Incluso, cuando no hay una mejoría visible, la gente que cree firmemente en la “medicina alternativa” se sugestiona de tal forma que llegan a convencerse de que funcionó. Según la teoría de “disonancia cognitiva”, las personas no soportamos mantener dos pensamientos o creencias contradictorias al mismo tiempo, y automáticamente, justificamos dicha contradicción, aunque para ello sea necesario recurrir a argumentos absurdos. Es decir, el ser humano necesita siempre “justificarse” y sentir que todas sus acciones, pensamientos y creencias son coherentes. La gente tiende a aliviar esta discordia reinterpretando (distorsionando o cambiando) la información que le ofende. Por eso, si no hay resultados luego de haber invertido tiempo, dinero y visitas a un determinado sanador, se desarrolla un desequilibrio interno. Antes de admitirse a sí mismos y a los demás que los esfuerzos han sido en vano, mucha gente tiende a tratar de encontrarle algún valor al tratamiento y defenderlo fuertemente. Los charlatanes y sus clientes están predispuestos a malinterpretar señales y a recordar las cosas tal como deseaban que hubieran sucedido. Pueden ser selectivos en lo que recuerdan, sobre-estimando el éxito aparente de la terapia e ignorando los fracasos. La evolución de la ciencia se debe en gran parte a la necesidad de reducir esta tendencia humana de justificarlo todo con creencias. Además, mucha gente se siente obligada a decir que algo funcionó si alguien les ofrece ayuda. Debido a que los terapistas “alternativos” creen sinceramente que están ayudando, es natural que sus pacientes quieran demostrarles reciprocidad con el agradecimiento. Sin darse cuenta, esa reciprocidad obligada contribuye a agrandar la percepción de la magnitud del beneficio que han recibido.
Así que ¡ten cuidado a la hora de comprar!
La habilidad para distinguir lo real de una relación de causas falsas requiere de estudios bien diseñados y de abstracciones lógicas de una gran cantidad de datos. Existen muchas fuentes de error que pueden llevar por mal camino a la gente que confía en su intuición o en un razonamiento informal para analizar hechos complejos. Antes de aceptar hacerte cualquier tipo de tratamiento, debes tener la certeza de que ha sido científicamente comprobado por varios estudios que controlan las respuestas con placebo. Debes sospechar del tratamiento si la “evidencia” sólo consiste en testimonios, libros o folletos publicados por quien ofrece el tratamiento u otros medios de difusión populares.
Actualización de un artículo originalmente publicado en el 2010. Traducido y adaptado de www.quackwatch.com
Para más información (en inglés), visita Quackwatch.com haciendo clic aquí.
Imagen © Thinkstock / mistic boy