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Las vacunas son una de las armas más potentes y efectivas en la lucha contra las enfermedades infecciosas

El panorama de las epidemias ha cambiado drásticamente desde hace relativamente poco, en menos de 200 años. La que se considera la primera vacuna de la historia moderna se aplicó en 1796, unos 183 años más tarde, en diciembre de 1979, la OMS (Organización Mundial de la Salud), anunció, después de intensas campañas de vacunación en todo el mundo, la erradicación de la viruela, una enfermedad que solamente en el siglo 20 ocasionó entre 300 y 500 millones de muertes. Las vacunas han controlado enfermedades como la poliomielitis, el sarampión, la tosferina y muchas otras. La lucha continúa para encontrar vacunas contra otras enfermedades infecciosas ¡Qué afortunados somos de contar con las vacunas!

Seguramente conoces a una o más personas como Armando, un paciente nuevo que recientemente vino a mi consultorio. Él tiene diabetes, presión alta, tuvo asma de pequeño, fumó en el pasado y cada que se resfría necesita usar inhaladores porque tiende a tener tos con estrechamiento de los bronquios (o bronquitis asmática). Obviamente me enteré de sus antecedentes médicos y sus problemas de salud ya que eso es lo que lo hizo que viniera a verme. En el transcurso de su visita, además de tomar toda esta información, sus medicinas, sus antecedentes familiares, de examinarlo, en fin, de obtener toda la información que obtengo durante la primera visita con un paciente nuevo, le pregunté acerca de sus inmunizaciones o vacunas. Lo primero que me dijo fue “Dra. Aliza, yo ya no me acuerdo de ninguna vacuna que me hayan puesto que no haya sido en mi infancia. Además, mi hija trabaja con doctores y me gustaría preguntarle acerca de las vacunas que sugiere que me ponga”.

Mi primera reacción fue, si su hija trabaja con doctores, probablemente esté informada acerca de los beneficios de las vacunas. Yo le dije que ¡desde luego!, que incluso, le podía llamar desde el consultorio para que empezáramos las inmunizaciones durante esa visita, ya que de acuerdo a las recomendaciones de los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades (o CDC) por sus siglas en inglés, valía la pena que recibiera varias vacunas empezando de inmediato porque estábamos en la temporada de invierno. Le expliqué que él calificaba no sólo debido a su edad, sino que debería recibir varias vacunas: como la vacuna contra la influenza (vacuna contra la gripe) ya que estaba en mayor riesgo de contraer una gripe o influenza (que no es lo mismo que un resfriado o catarro común) y la vacuna contra la neumonía, ya que tenía mayor riesgo de contraer una neumonía o pulmonía por el hecho de que tenía diabetes y el antecedente de que desarrollaba la bronquitis asmática fácilmente. También le expliqué que había dos tipos de vacunas contra la neumonía. Y estas son sólo algunas de las vacunas recomendadas.

Para mi sorpresa, cuando llamó a la hija, la hija le dijo que no se pusiera ninguna vacuna porque las vacunas causaban la enfermedad. Al escuchar esto, le pregunté a Armando exactamente en qué trabajaba su hija, ya que me había dicho que trabajaba con doctores. Me dijo que vendía equipo médico. Eso explica la ignorancia de la hija. La hija trabaja en VENTAS y, aunque venda equipo relacionado a cosas médicas, eso no quiere decir que conoce de salud. Desgraciadamente, el tener desinformación, aunque venga de los seres queridos con la mejor intención, puede causar problemas.

Qué es una vacuna y cómo funciona

La vacuna es una sustancia biológicamente activa que se introduce en el organismo para provocar la aparición de anticuerpos, que son la respuesta de nuestro sistema inmunológico (sistema de defensas) ante el ataque de virus y bacterias. Cuando la persona desarrolla anticuerpos contra una enfermedad determinada, rara vez la contraerá y si lo hace, la enfermedad será mucho más leve.

Para que el sistema inmunológico responda de forma efectiva ante un microorganismo infeccioso, éste debe tener algún tipo de marcador o identificación, que se conoce como antígeno. Las bacterias y los virus, así como sus variedades, portan sus propios antígenos específicos. Ante la presencia de un antígeno en particular, las células inmunes entran en acción y toman medidas ya sea atacándolo directamente y/o creando anticuerpos contra el mismo.  No se usan todas las células inmunes y anticuerpos en el ataque de defensa. Una parte se deja en reserva como protección futura y esto es lo que se conoce como “memoria”.  En la mayoría de los casos, esta capacidad de memoria es tan eficiente que cuando vuelve a aparecer el antígeno en el futuro, lo destruye completamente.  Ese es el caso, por ejemplo, de la varicela (o viruela loca), una infección viral común.  Los que nacieron antes de 1990, (año en que se introdujo la vacuna contra la varicela), recuerdan que si la contraían no podían asistir a la escuela hasta que cediera la fiebre y desaparecieran las erupciones en la piel. Esas personas nunca volvieron a contraer la varicela, a pesar de que probablemente estuvieron expuestas al virus muchas veces.  Como existe solamente una variedad de varicela que afecta a los humanos y el sistema inmunológico (inmunitario o de defensa) recuerda exitosamente a su antígeno, las personas que la padecen una vez nunca vuelven a contraerla y las que se vacunan contra ella, nunca la desarrollan.

La situación cambia, por ejemplo, en el caso de la gripe (influenza, que es diferente a un catarro o resfriado). Es posible sufrir de gripe, invierno tras invierno porque existen distintas variedades de influenza que afectan a los seres humanos cada temporada.  Una persona que desarrolló inmunidad a la variedad de gripe del año pasado, estuvo protegida durante esa temporada, pero carecerá de protección en la temporada siguiente cuando surjan variedades diferentes de influenza. Por eso tanto la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA por sus siglas en inglés) como los Centros para la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) recomiendan que todas las personas a partir de los 6 meses de edad se vacunen contra la gripe (influenza) cada año.  Esta vacuna se da en diferentes épocas en el hemisferio norte y el hemisferio sur. En Estados Unidos generalmente su administración se inicia cada año en septiembre y la temporada dura hasta abril. Consulta con tu médico y vacúnate.

Con seguridad las personas de más edad en tu familia o en la comunidad podrán darte testimonio de las consecuencias e incluso las muertes causadas por enfermedades como la viruela, la fiebre tifoidea o la poliomielitis (polio), que hoy día se han erradicado o controlado exitosamente mediante las vacunas. En años recientes todos hemos vivido la amenaza de la epidemia de la gripe aviar y la de la influenza A H1N1.

Las vacunas no son sólo para los niños

Las vacunas mejoran la calidad de vida ya que combaten enfermedades infecciosas peligrosas: pueden evitar hospitalizaciones y complicaciones debido a enfermedades, evitar secuelas (como en el caso de la polio) y hasta muertes. Consulta con el pediatra o con tu médico de cabecera para poner al día las vacunas de tus hijos y para que te recomiende las que debes recibir o reactivar según tu estado de salud actual.

Las recomendadas para los niños y los adolescentes hasta los 19 años incluyen: hepatitis B, rotavirus, difteria, tétano, pertussis (tos ferina), Hib (Haemophilus Influenza) tipo b, neumonía por neumococo, polio, contra la gripe (influenza), sarampión, rubeola, paperas, varicela (viruela loca), Hepatitis A, meningitis por meningococo, contra el virus del papiloma humano (VPH).

Varias necesitan reactivarse intermitentemente y algunas como la rubeola, el sarampión y las paperas se dan en una sola inyección. El pediatra te indicará cuándo le toca al niño la próxima dosis para que siempre esté protegido.

Los adultos necesitan protección contra las mismas infecciones que los niños, y además se recomienda que se vacunen contra la neumonía por neumococo (hay dos vacunas diferentes), contra la gripe (influenza) contra la difteria y el tétano y contra la varicela zoster (culebrilla).

Las mujeres embarazadas idealmente deben de recibir todas sus inmunizaciones (vacunas) antes de embarazarse. Y si se embarazan durante la época de la gripe, deben recibir la vacuna contra la gripe (influenza). Una mujer embarazada que contrae la gripe durante el embarazo puede desarrollar complicaciones muy serias e incluso requerir hospitalización.

¡Cuidado con la desinformación!

A pesar de todas las ventajas que ofrecen las vacunas, hay ideas falsas sobre ellas que no tienen fundamento alguno. Por ejemplo:

•  Las vacunas no son seguras: ¡Falso! Los riesgos asociados con las vacunas son mínimos. Los riesgos a los que se expone la persona si no se vacuna son mucho mayores y de consecuencias graves, ya que no tendrá protección contra varios gérmenes, virus y bacterias. Las vacunas no solamente protegen a la persona, sino a su familia y a la comunidad en que vive. Mientras menos personas puedan contraer una enfermedad, existen menos posibilidades de que se contagien otras personas en su entorno.  Cuantas más personas se vacunen, más saludable será toda la población en general.

•  Las vacunas, especialmente si se administran en grupos, provocan autismo y otras enfermedades: ¡Falso! Ya está comprobado que no es así. En otros artículos de Vida y Salud ya discutimos los mitos en relación a las vacunas y el autismo. Un estudio reciente realizado por el Instituto de Medicina ha comprobado que tras dos décadas dedicadas a la investigación de la seguridad en las vacunas se ha logrado que los efectos secundarios serios sean raros. Además, el estudio confirma que  las vacunas no causan ni autismo, ni diabetes ni asma.

Más triste aún que contraer una enfermedad es no tener recursos para combatirla. Entonces, ¿por qué no aprovechar al máximo la protección que nos ofrecen las vacunas? El campo de la medicina dio un salto de gigantes al desarrollar las vacunas. Protégete a ti, protege a tu familia y a tu comunidad.

Las vacunas y tu seguro de salud

La mayoría de los seguros médicos cubren todo o la mayoría del costo de las vacunas recomendadas.

Si aún no lo tienes, obtén un seguro de salud para ti y para tu familia. Si vives en Estados Unidos, quizá podrías calificar con las opciones de cobertura médica para personas de bajos ingresos para Medi-Cal o Medicaid.  Estos funcionan durante todo el año. Obtén información en una agencia de departamentos humanos de tu localidad. Si vives en California puedes obtener información en www.CoveredCalifornia.com/es, en el resto del país visita https://www.cuidadodesalud.gov/es/.

También puedes visitar el intercambio de seguros médicos de tu estado. En California puedes ir a www.CoveredCA.com/es o llamar al 1-800-300-0213. Los centros comunitarios de salud en tu comunidad podrían ayudarte a tener acceso a servicios médicos si no calificas para un programa de cobertura de salud, en California podrías encontrar un centro de salud en www.californiahealthplus.com.

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Imagen © iStock / FreezeFrameStudio

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