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Desde su creación, los implantes dentales se utilizan cada vez más y se consideran una excelente opción para reemplazar a los dientes cuando se lesionan o se pierden. Sin embargo, un estudio reciente llega a la conclusión de que este tratamiento no siempre es la mejor alternativa.

Estamos acostumbrados a que, cuando algo se rompe o no funciona, sencillamente lo reemplazamos. Esta idea se ha extendido incluso, en algunos casos, al cuerpo, ya que gracias a los avances de la ciencia actualmente es posible reemplazar o sustituir muchas de sus partes. Los implantes dentales, por ejemplo, le han devuelto la sonrisa (y una digestión y una fonética, o sea, la forma de hablar adecuada) a muchas personas que han perdido alguno o varios dientes, ya sea por el paso de los años, por accidentes o por daños severos.

Desde la creación de los implantes, hace alrededor de 40 años, los odontólogos (dentistas) comenzaron a utilizarlos con más frecuencia. Tanto, que según algunos especialistas, hay odontólogos que los están usando excesivamente. Advierten que los implantes dentales no siempre son la mejor opción, y en lugar de ellos proponen tratar de salvar las piezas dentales de los pacientes, siempre que eso sea posible –pues, aunque estemos tan acostumbrados a reemplazar lo que está roto, con el cuerpo no ocurre lo mismo que con los objetos.

Esta opinión queda avalada por los resultados de un estudio nuevo que fue publicado en la revista Journal of the American Dental Association. Estos investigadores encontraron que seguir un tratamiento periodontal (de las encías) adecuado y un programa de mantenimiento cuidadoso y frecuente para preservar los dientes propios puede ofrecer, a largo plazo, resultados similares y hasta mejores que los que se puede obtener con los implantes dentales modernos.

Para llegar a estos resultados, unos investigadores de Israel analizaron los datos de 19 estudios que habían sido publicados previamente y observaron las tasas de supervivencia del implante o de los dientes, durante al menos quince años. De ese modo, encontraron que entre el 4 y el 13 por ciento de los dientes no implantados se perdieron, superados por un 0 al 33 por ciento en el caso de los implantes.

Recuerda que los implantes dentales son una alternativa a la dentadura postiza y que van ajustados al hueso a través de tornillos de titanio que se adhieren a él de manera casi natural. Además de reemplazar la dentadura que falta, estos implantes evitan la pérdida de hueso (específicamente del maxilar) y que otros dientes se muevan. Además, de acuerdo con la Academia Americana de Prótesis e Implantes, ayudan también a:

  • Reducir el movimiento de las dentaduras postizas, los puentes y/o las coronas.
  • Facilitar la masticación adecuada.
  • Brindar soporte y mejorar la estabilidad para las dentaduras postizas removibles o los puentes fijos.
  • Acercarse a la “sensación” de los dientes naturales, mejor que las dentaduras postizas.
  • Promover la autoestima del paciente, ya que en general mejoran la apariencia y el habla.

Sin embargo, es un tratamiento costoso y no se recomienda para todas las personas. Por ejemplo, los adultos mayores que tienen osteoporosis, los fumadores, los diabéticos y quienes han tenido cáncer no siempre están en condiciones para que se les coloquen implantes, ya que sus huesos podrían no tener la capacidad que se requiere para que se integren correctamente con ellos.

Y aunque no pertenezcas a este grupo de personas, a la luz de estos nuevos hallazgos, piensa que a veces podría ser mejor que sigas un tratamiento adecuado a largo plazo para mejorar o mantener tus propios dientes. Por eso es tan importante que hables con tu odontólogo (dentista) sobre las distintas posibilidades de tratamiento para tu salud bucal (salud oral). Si te propone un implante, no te apresures a tomar la decisión y pide una segunda opinión, para que puedas elegir la opción más adecuada.

 

Imagen © iStockphoto.com / pagadesign

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