Tu hígado es un órgano vital que se encarga de procesar los nutrientes, filtrar la sangre y combatir infecciones. Si se inflama o se daña, no puede desempeñar bien sus funciones. Una de las enfermedades virales que pueden afectar al hígado es la hepatitis C, una enfermedad contagiosa, crónica y común que sufren alrededor de 3.2 millones de personas en los Estados Unidos. La mayoría, ni siquiera sabe que la padece con consecuencias que pueden ser muy graves para la salud. Y lo más preocupante es que unas 17, 000 personas se contagian cada año. Por eso es tan importante aprender a prevenirla.
¿Sabes qué es la hepatitis? El término en general se refiere a la inflamación del hígado. Esta inflamación se produce o por un virus, o por toxinas (ya sea del exceso de alcohol, de ciertos medicamentos, de solventes industriales, de ciertas plantas) o como resultado de algunas condiciones médicas (una enfermedad autoinmune, entre otras). Hay una variedad de hepatitis producidas por diferentes tipos de virus y son muchas, pero las más comunes son la hepatitis A, la hepatitis B y la hepatitis C. En esta ocasión nos ocuparemos en más detalle de la hepatitis C.
¿Qué es la hepatitis C?
Como mencionamos anteriormente, es una enfermedad contagiosa que afecta al hígado y es producida por el virus de la hepatitis C. Cuando la persona se infecta, pueden pasar varias cosas. Una es que la persona desarrolle una infección aguda, que puede variar en intensidad o gravedad, desde muy leve con pocos o ningún síntoma, o una condición más grave que puede requerir incluso hospitalización. Cuando la hepatitis C es aguda, es una enfermedad de corta duración que se manifiesta en los primeros seis meses después que la persona está expuesta al virus. Entre un 15 a un 25% de las personas infectadas pueden eliminar el virus del organismo sin tratamiento. Por otra parte, entre un 75 y un 85% de las personas que contraen el virus, desarrollan una enfermedad crónica, es decir, de por vida. Cuando la hepatitis C es del tipo crónica permanece en el cuerpo de la persona. Al pasar el tiempo, puede provocar problemas hepáticos (del hígado) graves: daña el hígado, causa cirrosis, insuficiencia hepática o cáncer del hígado. Es la causa principal de trasplantes de hígado en Estados Unidos.
La progresión de la hepatitis C
Para que tengas una idea más exacta del alcance y la gravedad de la hepatitis C, se calcula que: de cada 100 personas que se contagian con el virus, entre 75 y 85 desarrollan una infección crónica. De éstas últimas, de 60 a 70 desarrollan una enfermedad crónica del hígado. Entre 5 a 20 desarrollarán cirrosis y entre 1 a 5 morirán de cirrosis o cáncer del hígado. Como no quieres verte en esta situación, es importante que sepas cómo evitar la hepatitis C.
¿De qué forma se contagia?
La hepatitis C puede tener varias vías de transmisión, pero por lo general se contagia cuando la sangre de una persona infectada entra en el cuerpo de otra persona. La mayoría de las veces ocurre al compartir agujas para inyectarse drogas, o al realizarse tatuajes o piercings en establecimientos donde no se mantienen medidas estrictas de higiene y de esterilización del instrumental, o a través de transfusiones sanguíneas con sangre contaminada (esto último especialmente antes de 1992). A partir de esa fecha se lleva un control estricto de la sangre precisamente para evitar el contagio. Aunque el papel del contacto sexual como factor de transmisión es aún controversial, aproximadamente un 2% de riesgo se puede presentar por sexo anal, al existir la posibilidad del contacto de heridas con sangre contaminada. El riesgo aumenta si la persona tiene ya una enfermedad de transmisión sexual como el VIH, si tiene relaciones sexuales con varias parejas o si practica relaciones sexuales demasiado rudas. Los hombres homosexuales con VIH tienen un riesgo más elevado de contraer hepatitis C.
Hablemos de los síntomas de la hepatitis C
Muchas personas están infectadas y no lo saben porque no tienen síntomas, aunque el virus puede detectarse en un examen de sangre, (a veces el examen se solicita porque el examen de las enzimas hepáticas en la sangre se encuentran elevadas). Los síntomas de una infección aguda pueden aparecer desde las 2 semanas hasta los 6 meses de haberse contagiado la persona. Los síntomas de la hepatitis C crónica pueden tardar hasta 30 años en desarrollarse, pero durante todo este tiempo, el hígado se va dañando poco a poco. Tanto la hepatitis aguda como la crónica pueden dar síntomas como fiebre, cansancio, falta de apetito, náuseas, vómitos, dolor en el vientre, orina de color oscuro, heces fecales grisáceas, dolor en las articulaciones y piel amarillenta (ictericia).
¿Quiénes corren mayor riesgo?
Las personas que se encuentren dentro de los grupos siguientes, deben hacerse las pruebas para detectar la hepatitis C:
- Las personas que usan drogas inyectadas
- Las personas que se inyectaron drogas en el pasado, aunque fuera una sola vez hace años. Recuerda que los síntomas no se manifiestan ¡hasta por 30 años!
- Las personas infectadas con VIH
- Las personas que tengan pruebas hepáticas de sangre (del hígado) anormales o que tengan una enfermedad del hígado
- Las personas que hayan recibido una donación de sangre o de un órgano antes de 1992
- Las personas que hayan estado expuestas a contaminación por sangre en su trabajo, ya sea con un pinchazo o se hayan cortado con un objeto afilado
- Las personas que están recibiendo diálisis
- Las personas con hígado graso, con diabetes y/o con colesterol elevado, también aumentan su riesgo, y en este grupo se encuentran los hispanos.
Para reducir el riesgo de contraer el virus de la hepatitis C, no compartas agujas ni equipos para inyectar sustancias cosméticas, drogas o esteroides, no utilices artículos personales que hayan estado en contacto con la sangre de una persona infectada (navajas de afeitar, cortaúñas, cepillos de dientes o monitores de glucosa), y por último, no te hagas tatuajes ni perforaciones corporales en establecimientos que no estén autorizados o por personas que no estén calificadas.
La prevención, además de evitar los factores de riesgo, significa además incluir dentro de los exámenes de rutina una prueba de sangre para las enzimas hepáticas. Si resultan elevadas, ése es el primer signo de alerta para empezar a buscar la razón y de ahí, la posible detección de la hepatitis C. El tratamiento a tiempo es importante para procurar frenar el daño que causa el virus de la hepatitis C al hígado con la inflamación severa y la formación de cicatrices que llevan a la cirrosis. En la actualidad existen varios medicamentos experimentales para atacar la hepatitis C. Recientemente la Administración de Medicamentos y Alimentos) (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó una nueva medicina, Incivek (telaprevir), que se espera duplique las posibilidades de cura de la enfermedad y acorte el tratamiento, según informes publicados en junio en el New England Journal of Medicine.
Las personas afectadas con hepatitis C crónica deben visitar al médico con regularidad para evaluar su hígado periódicamente. Deben consultar con el médico antes de tomar cualquier medicamento ya sea por receta o por venta libre, incluso las vitaminas y los suplementos de hierbas ya que, aunque sean naturales, también pueden dañar al hígado. Y algo muy importante, deben evitar las bebidas alcohólicas de cualquier tipo.
No hay nada más importante que tu salud, así que si tienes sospechas de que puedas haber estado expuesto, hazte la prueba para salir de dudas. Si no tienes el virus de la hepatitis C, haz lo posible por evitar un contagio e informa a tus amigos y familiares para que ellos también estén atentos y se mantengan sanos.
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