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  • El trastorno de la alimentación selectiva es más que solo ser antojadizo. Es una aversión extrema y persistente a ciertos alimentos por sus texturas, olores y colores. A diferencia de la selectividad común, esta no es pasajera y afecta significativamente a la salud.
  • El trastorno de la alimentación selectiva, que supone una aversión extrema a ciertos alimentos, se presenta frecuentemente en personas dentro del espectro autista, principalmente por la sensibilidad extrema a texturas, olores, colores o alguna otra asociación a ciertos alimentos.
  • Para lograr tratar el trastorno de la alimentación selectiva, que aún no hay consenso completo, se recomienda trabajar con profesionales de la nutrición y otros que logren llegar a estrategias de exposición gradual a los alimentos, la conducta y educación.

Es común que los niños, y algunos adultos, tengan ciertas preferencias alimenticias. En los niños el brócoli es difícil, o hay un amor desmedido por las papas fritas. Estas preferencias pueden ser complejas para los padres, pero generalmente son pasajeras y no representan un real peligro para la salud. Aunque, del otro lado de la moneda, existe un trastorno de la alimentación donde más allá de las preferencias hay una gran dificultad psicológica y física para comer ciertos productos. En este artículo indagamos en esta condición y la diferenciamos de un comportamiento quisquilloso común.

Más allá de los gustos normales

Que los niños sean selectivos para sus comidas no es una novedad. A todos, de niños, había alimentos que su sabor nos generaba un poco de rechazo. Aunque con un tira y afloja al final terminan comiendo de todo. Ahora, existen personas que padecen de una condición, que usualmente se presenta desde los primero años, y trasciende a los simples gustos o razones médicas: el trastorno de alimentación selectiva/evitativa (ARFID, por sus siglas en inglés).

Este trastorno supone una aversión extrema y persistente a ciertos alimentos por la textura, el color, olor o la apariencia del alimento. Las personas afectadas pueden llegar a tal extremo de solo poder comer 2 o 3 alimentos, llevándolos a una deficiencia nutricional grave.

Conozco de casos donde sólo toleran papillas de cierta textura, otros solo pueden comer sólidos que crujan. Al final siempre terminan con suplementos alimenticios. En mi caso, mi hijo debe pasar a pasta de dientes de adulto y todas las marcas existentes les da arcadas y vómitos. Tuvimos que elegir una opción para niños con extra-flúor”, apunta Johanna Estay, madre de un adolescente en el espectro autista.

Cómo reconocerlo

Para la Dra. Debra Katzman, de la división de medicina del adolescente, en el hospital de la Universidad de Toronto, Canadá, “esta condición es diferente a otros desórdenes alimenticios como la anorexia o la bulimia, principalmente porque no se quiere reemplazar un alimento por otro o hay alguna práctica relacionada con la culpa, todo es relativo a las sensaciones”. Entonces la diferencia es:

  • Antojo común: Van cambiando con el tiempo, eventualmente la aversión por ciertos alimentos puede dejar de existir o alimentos similares son de todos modos controlados.
  • Trastorno de la alimentación selectiva: Se mantiene en el tiempo, incluso persiste por años y limita severamente la dieta. “Los pacientes con ARFID generalmente presentan otras condiciones como obsesión compulsiva, se encuentran en el espectro autista, tienen desordenes de hiperactividad o déficit atencional, o algún déficit cognitivo”, apunta la Dra. Debra.

Una condición así, que es real, interfiere con la vida diaria, las interacciones sociales y la salud física. Este también puede ocurrir por obligación, como es el caso de la enfermedad incapacitante esofagitis eosinofílica donde simplemente por más que quisieran, no pueden comer ciertos alimentos.

ARFID y el espectro Autista

En un momento no había el aceite de oliva que comemos siempre y compré uno muy similar, pero el olor que tenía hizo que incluso mi propia ensalada no podía traerlo. En general se hacen aliados a ciertas marcas. Lo mismo le pasa a mi hijo con las verduras que no sean verdes, por el color simplemente no es posible que las coma”, comenta Johanna.

Debido a lo abrumador que puede ser tener una respuesta sensorial negativa en el espectro autista, las texturas, olores y colores muchas veces generan una reacción intensa que lleva a que la alimentación sea una experiencia angustiante. Además, si no se reconoce y busca ayuda en los primeros años, es difícil que cambie al entrar a la adolescencia y adultez.

Desafíos para el futuro

Este trastorno por primera vez se agregó en la última edición del manual de la Asociación de Psicología de Estados Unidos lanzada hace unos años, razón de lo poco que ha avanzado su entendimiento y las mejores opciones de tratamiento. Actualmente los profesionales recomiendan:

  • Trabajar una exposición gradual a nuevos alimentos, en un ambiente controlado y de apoyo
  • Recurrir a profesionales especializados para trabajar lo anterior, así como la ansiedad y resistencia a probar nuevos alimentos.
  • En aquellos individuos donde es posible, se les instruye sobre la importancia de una dieta balanceada y variada.
  • Nunca forzar o generar juicio en relación a los alimentos no deseados.
  • Aprender nosotros mismos a tener una relación positiva con los alimentos para poder crear un ambiente de disfrute y sin estrés.
  • Muchos alimentos que no tolera mi hijo se los escondo en otros que si logra tolerar. Por ejemplo, en las lentejas agrego muy molido zanahoria y acelga, así logramos llegar a los nutrientes que necesita. Siempre con el apoyo de su nutrióloga”, cierra Johanna.

Por Carlos Diego Ibáñez
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